GUILLERMO FRANCO CAMACHO | El Nuevo Siglo
Domingo, 5 de Mayo de 2013

Praxis

 

Continúa el análisis de Guerras Justas e Injustas de Michael Walzer. Sorprenden dos afirmaciones iniciales: a) el criterio fundamental para juzgar a los criminales de guerra es el moral y no el legal a diferencia de lo observado en el Juicio de Nuremberg dominado por el derecho inglés y el estadounidense y b) un buen general debe tener formación moral sólida Esta noción es un ejemplo de la convicción de ser las cuestiones bélicas un campo intelectual dinámico, complejo y cambiante  en permanente actualización. ¿Consideraron los mongoles, vándalos y asirios dicho factor? Dudoso pero la idea es válida hoy, aunque tal vez no necesariamente en épocas muy remotas. La práctica de los interrogantes y eventuales respuestas marca lo que sigue.

Parte de la definición de guerra justa es el juego de determinados valores, en opinión de Walzer, y uno de ellos es la independencia política. Este factor habla bien en pro de los conflictos bélicos de las naciones latinoamericanas contra el imperio español en el siglo XIX; sin embargo, la clase citada de combate ha de incluir finalidades y procedimientos y si la separación de España se justificaba como tal, no así la declaración de “guerra a muerte”. Aquí uno de los dos requisitos se desenvolvía en el sentido correcto y el otro en el indebido.

Pudiera hallarse una explicación o justificación mínimas  para las guerrillas colombianas pero pierden mucho al involucrar menores de edad, asesinar prisioneros, la violencia sexual, usar minas y acudir al narcotráfico y el secuestro como fuentes de financiación; de forma similar, una mezcla indeseable surge con los “falsos positivos” en  las Fuerzas Armadas. Según Walzer, la lucha debe cesar cuando se cumplen los objetivos de la guerra justa y el punto decisivo fue la batalla de Boyacá, en lo relativo a Colombia, y esto hace condenable el fusilamiento de Agustín Agualongo y sus tres compañeros.

Aspecto reprochable es el ataque sistemático a la población civil y tal práctica debió eliminarse o restringirse, acorde con Walzer, cuando la segunda Guerra Mundial comenzó a definirse en favor de los aliados, es decir, a partir de 1943 después de la batalla de Stalingrado y, podría agregarse, Kursk. Walzer se refiere a los bombardeos de Dresde y Berlín por los ingleses y  Tokio por los estadounidenses; Hiroshima y Nagasaki merecen estudio especial.