¿Y después de la crisis qué?
Terminó anoche aquí en la Puerta del Sol el aniversario de lo que se ha designado como el 15 M y ha de decirse que una vez más se repitió la afluencia de gentes de todos los pelambres y de todas las proveniencias.
Es todo un espectáculo de personas que creen estar respondiendo a los desafíos de los tiempos que vivimos, pero eso es un espejismo. Los “indignados” no son sino eso, gentes insatisfechas, que sufren con la realidad que les tocó vivir, sí, pero que no están dispuestos a hacer nada por cambiarla, más aún despreciarían a quien lo intentara porque los sacaría de esa inercia que solamente se expresa en gritos y en canciones que a nada conducen ya que ni siquiera han logrado sustituir la desesperante cantinela de “el pueblo unido jamás será vencido”.
Se comprende así el desespero y la nostalgia y como una ira no contenida del pensador de 94 años Stéphane Hessel, que fue feliz con la acogida de su pensamiento expreso en el texto manifiesto de “indignaos” y hoy se acoge a la melancolía ante la indiferencia que ha acogido su texto complementario “Comprometeos”.
Y esto es así. No es verdad que se esté buscando trabajo, sino que ese trabajo que se busca no debe tener exigencias que alejen al individuo de la comodidad. No les duele la injusticia social frente a los excluidos, los pobres y los indigentes, sino esa terrible injusticia frente a las gentes de la clase media que quieren ver las oportunidades creadas pero no ayudar a forjarlas.
Es una fiesta, sin duda, del anarquismo que sobrevive y no se articula políticamente ni asume pensamientos distintos a una mezcla de todo lo existente que esté vinculado a la vida como hedonismo.
Ya todo terminó. No hay propuestas y tampoco testimonios. Desfilarán otro día y se irán descomponiendo o entregándose -y ese sería el peor de los casos- en manos de un grupo de agitadores que ellos no controlan y que son quienes se enfrentan -desde los sucesos de Génova en Italia- con la fuerza policial que casi siempre no sabe abordar profesionalmente este tipo de desafíos en ninguna parte del mundo.
Una maravilla escuchar a los que no han podido ganar adeptos con la acción política tradicional que son elogiados por comunistas nostálgicos que quieren pescar en río revuelto lo que no han podido pescar con red.
Para los turistas ha sido una maravilla puesto que regresan a sus países con camisetas de indignación, “muñequitos indignados”, brazaletes y bufandas, pashminas y podrán entonces afirmar en sus países que participaron en un evento de “tan profundo calado democrático” que les calmará la conciencia y el complejo de culpa de no haber hecho nada y de no tener que hacer nada por lograr que la democracia madure en el “Bien Común”.