GUILLERMO LEÓN ESCOBAR HERRÁN | El Nuevo Siglo
Lunes, 13 de Mayo de 2013

Finalmente santa

La  alegría de las gentes fue increíble en el momento en que Francisco aseguró con toda su autoridad que Laura Montoya estaba en el Paraíso gozando de la presencia de Dios y llena de todas esas beatitudes que en su convencimiento místico pensara en cada momento de dificultad o de solaz.

La biografía de la Santa -en una bella síntesis- fue leída delante de todos los fieles que abarrotaban la Plaza de San Pedro; todos aplaudimos y aun aquellos devotos de oportunidad lo hicieron con ánimo así fuera por esta única vez.

Los asistentes reconocieron que algo había cambiado en la Iglesia y que la nueva dimensión latinoamericana comenzaba a abrirse camino de una manera clara como lo manifiesta el caso de Francisco Papa, Laura Santa, la cofundadora de las Siervas de santa María la hermana Lupita mexicana ella santa el año de la fe y el proceso de la Nueva Evangelización se adornaban  haciendo una especie de tardía  “justicia “ con una América Latina casi en todo postergada.

Baste no más pensar que los grandes evangelizadores de Europa todos están en los altares en tanto que muy poco se ha hablado de la santidad de aquellos que nos trajeron la fe.

Laura portadora de esa fe en el mundo de los indios y de los negros resplandecía en el gobelino pendiente de la Plaza  de San Pedro y la multitud aplaudía, rezaba, coreaba muy a lo latinoamericano.

Hay signos providenciales. Benedicto aprovecha  el anuncio de la canonización de Laura para comunicar su retiro y la Iglesia recibe de la Providencia  el signo de que quien la lleve al altar sea el primer papa latinoamericano llamado a efectuar la gran bifurcación de la iglesia .

El día hermoso. Se llenó de rumores cuando el Papa apareció; de aplausos cuando se dijeron los nombres de los santos, de silencioso agradecimiento al escuchar la palabra de Dios y de sobrecogimiento cuando Francisco pronunció el “fiat” -hágase- de cara al Cardenal quien en nombre del pueblo le pedía la declarase “Santa”.

Las banderas de Colombia ondeaban junto a las del Ecuador con su escudo y a las de Venezuela con sus estrellas y se sumaban las de Bolivia y  otros  17 países que han recibido en las lauritas la herencia espiritual y misionera de esta santa que es la primera de una iglesia que en ella acepta el desafío de la globalización que escenifica el mandato de ir a anunciar a todas las naciones y bautizarlas.

El Papa Francisco estuvo magnífico. Muy bien conoce él -gran protagonista de los cónclaves y de Aparecida- la necesidad de vivir en términos de misión y lo que ella exige.

Parece que aún resuenan las palabras a las religiosas cuando en días anteriores les pedía que fueran madres y no “solteronas” . Laura Montoya fue fecunda y hoy sus hijas multiplican con creces a hijos del bautismo que construyen testimonios.

El Presidente de Colombia y su señora, sus hijos; importantes colombianos de todos los sectores, fieles comunes trajeron el testimonio de una nación capaz de resurgir de las  ruinas del pasado y presentar la evidencia de que la vida puede ser un desafío al que vale la pena responder desde las convicciones del evangelio.

Esta emoción y estos testimonios no son de ahora. Un gran pensador, Fernando Gómez Martínez, habló en las exequias de la Madre Laura allá en el año de 1949 e hizo referencia a lo que él llamó “la fuerza de una Vocación” y presentía con la certeza de la fe que Laura sería elevada al honor de los altares e imaginaba el momento en que el Papa dijera por vez primera Santa Laura y cómo los coros de la Sixtina cantarían el “!Amén¡” in crescendo hasta abrirse hacia los cielos un himno de agradecimiento. Hoy fue así. Sus hijas las Lauritas estaban contentas pero no se detenían en su trabajo, estaban en su mejor momento pero celebraban a su fundadora ya santa sirviendo a quienes habían venido a entregarle la verdad de sus afectos.

Después el Santo Padre bendijo y nos pareció de nuevo leer esa frase de Gómez Martínez que adorna y preside una de las casas de la congregación de las Hijas de la Madre Laura en Antioquia “en el firmamento de los santos nos ha nacido una estrella y esa estrella es nuestra”.

Colombia lo ratificó con la presencia de sus obispos, del presidente Santos, de María Clemencia su esposa, de María Ángela Holguín la ministra de Relaciones Exteriores y del enorme grupo de colombianos que decíamos con comprensible orgullo “esa santa es la nuestra”.

guilloescobar@yahoo.com