GUILLERMO LEÓN ESCOBAR HERRÁN | El Nuevo Siglo
Lunes, 5 de Septiembre de 2011

Patente de corso


“La urna de cristal debe ser metáfora preferida”   


TODOS  conocemos el origen de esta expresión que resumía las autorizaciones dadas a alguien con capacidad de ejercer la fuerza y usufructuar de barcos y de ciudades sorprendidas con el pillaje. Abolidas en el Tratado de París en 1856 intentan resucitar ahora en el siglo XXI en la mente y en los proyectos que ellas producen en algún sector del Parlamento colombiano.


Juan Manuel Corzo ha sido el autor del esperpento histórico de intentar establecer de nuevo la figura de la inmunidad parlamentaria. Terrible iniciativa en una cultura donde la corrupción impera y sobre todo en una categoría como la de los políticos de oficio, acusada, juzgada y condenada en muchos de sus representantes que no permiten al ciudadano común reconocerse en las agrupaciones políticas que ellos dirigen y dicen representar.


Que no todos los senadores y representantes caen en la categoría de corruptos o de investigados, es cierto. Hay mucha gente honesta, también la hay deshonesta, pero se ha invertido la vieja sabiduría que decía que “cada senador era honesto pero la institución del Senado era una bestia perversa” (“senadores boni viri, senatus mala bestia”). Aquí se logró invertir la afirmación, ya que las instituciones parece que no delinquen y entonces cae todo el peso sobre esas corrupciones individuales que atosigan la atmósfera moral del país.


Muy por el contrario de la petición de inmunidad sería extraordinario darle curso mayor a la acción del Procurador que con las inhabilidades decretadas va limpiando el escenario ya que no existe pacto que la reduzca ni acogida a sentencia anticipada ni el cumplimiento de las dos terceras partes. La Procuraduría es en esto terapéutica y en ella está el crear el ambiente para que gente honesta de las nuevas generaciones llegue al ejercicio de la autoridad y del poder, reconocidos públicamente y que no se tenga en ellos la sospecha que nos lleva a aplicar -con respecto a la relación del ciudadano con los políticos- ese maravilloso consejo de “en caso de duda abstente”.


No hay institución, es cierto, que se libre de ese “cierto olor a podrido”, pero es preciso comenzar a pensar que lo que hiede o está descompuesto ha de ser alejado del ejercicio institucional. Lo hace el Procurador, lo hace la Iglesia al suspender del ejercicio a los propios, lo hacen las instituciones armadas, dicen hacerlo todas las categorías profesionales y, en fin, deberían hacerlo todos los ámbitos de la vida social que aspiren a brindar al ciudadano certezas ya que no podemos resignarnos al viejo refrán de “hagan lo que les digo pero no hagan lo que hago”.


La “Patente de Corso” no debe recibir vida en el ejercicio de la democracia. La urna de cristal que simboliza la transparencia debe ser metáfora preferida que permita recuperar la confianza del ciudadano para poder vestir la “túnica cándida” que le permitía caminar como “candidato” entre los suyos sin ser apostrofado antes que aplaudido.
guilloescobar@yahoo.com