Hernán Olano García | El Nuevo Siglo
Lunes, 1 de Diciembre de 2014

EL MONO DE LA PILA

Calidad de la educación

 

¿QUÉ  les espera a los nuevos estudiantes y bachilleres de este país? En buena hora el Gobierno ha creado para las clases con menos poder adquisitivo, las diez mil becas dentro de las 33 universidades que cuentan con acreditación institucional de alta calidad. Ese es un esfuerzo más a la gran tarea colectiva de educar, de llenar uno de esos vacíos que en el conjunto de los programas educativos de un país comienzan a ponerse de presente cuando nuevas formas de vida reclaman para su manejo eficaz nuevos conocimientos y nuevos hábitos de análisis y examen de los hechos.

Pero la calidad se logra no sólo con el compromiso de un Estado paternalista, sino con la orientación que desde la familia y las aulas se brinde al educando. Orientados en ese camino, hemos recorrido los primeros pasos con halagador éxito, fieles a las ideas sobre la necesidad de poner a los estudiantes en contacto directo con los hechos, para que aprendan a apreciarlos en toda su complejidad y a emplear en su interpretación herramientas que les permitan avanzar en competencias para su vida. Fruto de una honda fe, tenemos la creencia firme en la obligación de contribuir al desarrollo de nuestro país, sin que nos sea dable descargar íntegramente sobre el Estado la responsabilidad y deberes que la conciencia de los ideales colectivos y normas elementales de solidaridad social imponen en común.

Si lográramos, en cuanto a educación se refiere, mantener siempre los ojos del país hacia metas que se renueven tan pronto sean alcanzadas, e infundir en los colombianos la noble ambición de coronarlas haciendo de ese interés nacional un interés de cada ciudadano, fuente de estímulo individual y de orgullo común, cambiaríamos el panorama espiritual de la patria, haciéndolo más noble y grato, y veríamos acrecerse con singular rapidez el fruto de los esfuerzos que hoy suelen debilitarse muchas veces, al chocar con una especie de glacial indiferencia que constituye la más grave y profunda de las dolencias nacionales.

Hay que poner la calidad de la labor educativa al servicio de la prosperidad nacional. Cualquiera que haya tenido ocasión de intervenir en el planeamiento de grandes obras de fomento o en campañas para el desarrollo de la producción, sabe que la falta de preparación del elemento humano constituye en Colombia el más serio de los obstáculos. No podemos pensar seriamente en alcanzar etapas más avanzadas de la economía si no atendemos, con mayor vigor que hasta el presente, a la formación de colombianos y colombianas capaces de ganar, con calidad en su educación, la batalla del progreso.

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