HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Domingo, 14 de Abril de 2013

El Bolívar de Alberto Abello

 

Bolívar,  patrimonio de la humanidad, es uno de los elementos claves en nuestra nacionalidad. La sombra de Bolívar cada día es más poderosa por la energía que entraña en lo político, militar, social, humanístico y humano. Fue definitivo el aporte de Colombia a la independencia de América. El mismo Libertador repetía orgulloso: “Si a Venezuela le debo mi vida, a Colombia le debo mi gloria”. La Nueva Granada hizo, entre otras, las siguientes contribuciones. Dio a Santander el verdadero Organizador de la victoria, dio a Córdoba el héroe indiscutible de Ayacucho, Padilla, fundamental en Maracaibo para consolidar la libertad de Venezuela, Girardot… Colombia costeó la guerra en forma sobresaliente. De otro lado, cuando España reconquista a sangre y fuego a Venezuela, Bolívar llega derrotado a Colombia y se le da el apoyo moral y material.

Camilo Torres con elocuencia expresó: “… Sois un militar en desgracia, pero sois un hombre grande”…

Espléndida la publicación de la obra: Bolívar contra-revolucionario genial, del historiador y miembro destacado de la Academia Colombiana de Historia, Alberto Abello. Son cerca de 400 páginas que se leen con ansiedad, provecho y pasión. Es un repaso sustancial por la vida de Bolívar y la época de la independencia tan llena de enseñanzas, episodios y experiencias iluminantes.

Al azar citemos algunos capítulos esenciales: Los fusileros a mansalva del Libertador, La Toma de Venezuela, La política a partir de 1810, sitio de Cartagena. Bolívar cercado por enanos, Pichincha, la Coronel, Genealogía de Bolívar en España.

De lo expuesto por Alberto Abello surge un Bolívar impetuoso y reflexivo; intuitivo y ecuánime, impecable en la amistad, generoso y derrochador; fue el más limpio espejo de las virtudes cívicas. Su filosofía, un tanto escéptica, recordaba a los estoicos griegos.

El Estado bolivariano es el desarrollo estructurado del principio del orden, no como el mecánico despotismo mayoritario, sino como el predominio regulador de la evidencia moral y del bien común. “En el orden de las vicisitudes humanas -afirmó el Libertador- no es la simple mayoría de la masa física la que decide, sino que es la superioridad de la fuerza moral la que inclina hacía sí la balanza política”…

La palabra orden, en el idioma bolivariano, no es sino la mejor manera de expresar el concepto de libertad. Durante la guerra emancipadora, para exaltar el fanatismo como sinónimo de independencia plena. Ese lenguaje, secundado por la constante lectura de los revolucionarios franceses, saturó la conciencia americana de una explosiva tendencia a las libertades inorgánicas y caóticas. Mitad por una ley de inercia espiritual, mitad por una deformación de conceptos, los girondinos de la independencia, quisieron también seguir siéndolo de la libertad.

Bolívar, estadista integral, al obtenerse la libertad, supo concebir leyes equilibradas que no fueran a festinar los grandes logros políticos. Su admirable concepto de la libertad dentro del orden lo resolvía todo. Para muchos, y con razón, el escudo debe cambiar el orden de estas dos palabras mágicas: Libertad y Orden. La redacción correcta sería: Orden y Libertad.

Si en una asamblea en que reine la libertad, todos quieren hablar a un mismo tiempo, la libertad se anarquizaría. Es indispensable para que la libertad funcione, que mediante un orden previo, todos intervengan según lo previamente disciplinado. De la libertad absoluta se llega al caos absoluto, afirmó el Libertador.