HORACIO SERPA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 15 de Mayo de 2013

Una mujer santa, moderna e incluyente

 

La Hermana Laura fue una mujer de carácter, adelantada a su época, decidida a cumplir una misión peligrosa que en esos tiempos era considerada inaudita, innecesaria, atrevida y desconsiderada con el establecimiento religioso, político y cultural. A quien se le podía ocurrir, sino a ella, que los indígenas y los negros eran iguales a los demás seres y que la mujer debía cumplir una sobresaliente misión en el mundo de lo real, en la educación, en diversas actividades laborales, en la representación social. Lo hizo en su departamento de Antioquia, en medio de incomprensiones y adversidades.

No le había parado muchas bolas al proceso de su canonización. Poco había conocido de su vida, de su obra, no obstante saber que existía una comunidad religiosa con su nombre y que en algunas regiones paisas se le recordaba y veneraba porque hacía milagros. Me agradó saber de su liderazgo y del coraje con el que cumplió una encomiable labor evangelizadora y humanista, en situaciones de incomprensión y de enormes dificultades. Ir a la selva y proteger a los indígenas que siempre habían sido discriminados y perseguidos hasta su exterminio, fue de un mérito extraordinario.

En aquellos días, cuando era difícil comunicarse, cuando solo trascendían los acontecimientos sobresalientes, las actividades de la Hermana Laura fueron conocidas, elogiadas y censuradas. En su tierra y más allá se supo de su labor, de la generosidad de su comportamiento, de los llamados de atención que hizo a la sociedad y a las autoridades para que asumieran una actitud ética y equitativa con las indefensas criaturas que ella defendía con enorme altruismo. Ahora que tanto hablamos de lo humanitario, la monja canonizada lo desarrolló sin pretensión diferente a la de cumplir con su conciencia y con su agudo sentido de la justicia.

Recordando su época, su lucha, su grata labor, su notable ejemplo, se ha mencionado a monseñor Miguel Ángel Builes, el “famoso” Obispo de Santa Rosa de Osos, con quien tuvo contradicciones y diferencias. Circunstancias que elevan el valor de la Santa, porque Builes fue paradigma de sectarismo, factor propiciatorio de peligrosas contradicciones y generador de inconfesables inequidades. Siendo pastor de almas contribuyó con sus homilías, con sus epístolas, con sus equivocados señalamientos y censuras absurdas al incremento de las contradicciones políticas, que en esos días se saldaban a golpes de machete.

Si la Santidad es el reconocimiento del buen ejemplo, nada más justo que la elevación a los altares de la Hermana Laura Montoya, cuyo apostolado debe ser tenido en cuenta como modelo de comportamiento en esta época  de cambalaches y de violencia.

Me ha sorprendido saber que la Hermana Laura sea la primera Santa de Colombia. Si somos el país más católico del mundo, como lo he escuchado desde niño, consagrado al Sagrado Corazón de Jesús y con artículo en la Constitución de 1886 identificándonos con el catolicismo, ¿como es que solo Laura haya sido santificada? ¿Será que no hemos sido buenos, fieles y leales católicos?