¿Por qué no se conoce la verdad?
“Han convertido el tema en trampolín para rebajar sus penas”
HACE cerca de 16 años los violentos asesinaron a Álvaro Gómez Hurtado. Desde entonces, ríos de tinta han pasado sin que la verdad haya salido a flote sobre los autores materiales e intelectuales de ese cobarde crimen que enlutó al país y aún nos duele a los demócratas.
Sobre la vida de Álvaro Gómez Hurtado se escribió una leyenda. Sobre su muerte se ha construido un mito. Los enemigos de la democracia lo silenciaron para siempre cuando salía de dictar una de sus clases en la Universidad Sergio Arboleda. Nadie ha logrado hallar la verdad, sólo hay especulaciones. Señalamientos. Condenas mediáticas. Los mafiosos han convertido el tema en un trampolín para rebajar sus penas en las cárceles norteamericanas a costa de la honra de quienes en la época éramos funcionarios del Gobierno nacional.
Enrique Gómez Hurtado, hermano de Álvaro, acaba de publicar el libro ¿Por qué lo mataron?, mediante el cual busca responder, desde su óptica, muchas de las preguntas que aún rodean ese execrable hecho, al que considera un crimen de Estado, ordenado por el régimen para silenciar a un hombre que, según él, estorbaba.
El autor le da toda la credibilidad al reconocido mafioso y paramilitar, alias Rasguño, responsable de miles de muertes y preso en Estados Unidos por sus delitos, quien nos ha condenado a la picota pública al ex presidente Samper y a mí, como supuestos instigadores y beneficiarios de tan atroz crimen. El mafioso dice que escuchó delante de testigos, que alguien dijo que otro había dicho. Todos están muertos. Así busca disminuir su condena. Lanza la red a ver quién le compra sus mentiras. No es un rasguño lo que quiere hacernos, sino una honda herida. Por fortuna sus contradicciones lo han dejado en evidencia y pocos creen en sus ficciones.
El país sabe mi profundo respeto por Álvaro Gómez. Como copresidentes de la Asamblea Nacional Constituyente trabajamos con Antonio Navarro en el diseño de un nuevo país. Juntos transformamos a Colombia. Su palabra era vital para la democracia y sus editoriales eran una luz para el país. Él nunca fue un peligro para el Gobierno. Por el contrario, fue un aliado incondicional en la defensa de la institucionalidad, la construcción de la democracia y la búsqueda de la paz.
Por eso no cuadra señalarlo como golpista. Difícil creer que Álvaro Gómez liderara una conspiración antidemocrática. Ese no era su talante. Tampoco que haya prestado atención a quienes le propusieran semejante aventura extralegal.
Leeré con atención el libro de Enrique Gómez, sobre el cual se ha hecho una cuidadosa estrategia de marketing, que sin duda elevará sus ventas. No dudo que será testimonio de su dolor y su reclamo de que haya justicia, al cual me uno. Es imposible que este crimen, como el de tantos colombianos que han caído en medio de la cruel degradación de nuestra sociedad, siga impune, como los de Luis Carlos Galán, Jaime Garzón, José Antequera, y miles más.