Graffiti en un estadio de fútbol: El portero bizco no bate récords, pero mantiene a todos en vilo. Es justo lo que hace Donad Trump, pero el estadio es del tamaño del mundo. Y es un maestro del suspenso.
Nadie sabe cuál será el próximo show que imaginará. Por lo pronto tiene al partido republicano en el bolsillo. Los senadores y gobernadores que reprochaban su intento de golpe a la democracia, ahora guardan el silencio de las ostras.
Ya se sabe que será escogido como próximo candidato presidencial, aun cuando el confunda a Hilary Clinton con otra persona como botón de muestra de senilidad. Sentenciado por violencia sexual, multado por deshonestidad financiera, investigado por evasión fiscal, a punto de ser su marca expulsada de Nueva York, sigue arrasando en las encuestas de opinión. Y sus seguidores han sido educados o amaestrados en su pedagogía de showman, en la televisión.
Problemas graves como la relación diplomática con Irán se agravaron cuando por órdenes suyas como presidente, Estados Unidos desconoció el arduo acuerdo logrado por la administración Obama que limitaba la carrera nuclear en la que estaba empeñado ese país. Trump prefirió insultarlos por todos los medios, y sustituyó la diplomacia con medio de gruesos epítetos. Más fácil de digerir para el promedio de su teleaudiencia.
Cuando Estados Unidos empezó a tener talla internacional a principios del siglo pasado su presidente Teodoro Roosevelt construyó (a nuestra costa es cierto) el gran canal de Panamá que unió a los hemisferios. Era el principio de su auge mundial. Ahora Trump, que es pródromo de su lento declive, construyó un muro para separarla del resto de América, y es un símbolo de ese declive. Mientras China construye el camino de la seda que abarca a docenas de naciones.
El mundo debe soportar el virulento parroquialismo, estar atento a las luchas internas de esa gran nación, quiéralo o no, por la incidencia de ellas en todo el planeta.
Por lo pronto el esforzado presidente Biden no tiene ese carisma. Y se le nota su esfuerzo en mantenerse erguido al caminar sin ir a tropezarse, es como otro símbolo. Y su andar nos evoca el verso: sin juventud la cosa está fregada, más que fregada viejo bodegón, del poeta Luis Carlos López.
El síntoma del declive, según algunos historiadores, es el billonario endeudamiento que no tiene fin a la vista, y se repite en esa etapa en los imperios. El otro es la profunda división interna de su país.
La guerra en Ucrania es otra forma de su enfrentamiento histórico con su rival natural Rusia.
Que evoca la disyuntiva: Roma vs. Cartago, España vs Turquía.
Y ahora la guerra no declarada de Israel contra Palestina (los mismos filisteos bíblicos), en la cual el gobierno israelí, tan cercano a Trump, ha segado la vida a cerca de 24000 personas, en aras de su defensa.
De ser electo presidente por otro periodo, cosa no descartable, el panorama mundial será víctima del nuevo Reality Show del portero bizco.