La percepción de que el desgastado gobierno de Juan Manuel Santos se ha vuelto inoperante, se acrecienta día a día. Así lo señala la ciudadanía, lo califican las encuestas y lo atestiguan las enfurecidas protestas en las regiones más pobres y abandonadas de Colombia.
La ineficiencia demostrada por el Gobierno para encontrar soluciones a problemas tan graves como el que presentan la salud y la corrupción en el país, o de llegar a acuerdos ante las exigencias del gremio de los maestros y de los pobladores de Quibdó y Buenaventura, es fehaciente prueba de esa inoperancia y desgaste.
Con su casi total dedicación a lograr la firma de los controvertidos Acuerdos de Paz, Juan Manuel Santos dejó desbordar la corrupción que se tomó al país como una epidemia devastadora, enquistada en nuestra sociedad.
El costo para la Nación de esa corrupción ha sido inmenso e irreversible. Los miles de millones que se robaron, tan indispensables para nuestro desarrollo, son prácticamente irrecuperables.
Igual sucede con la mala administración de los recursos y la inoperancia y desgano que muestran algunos organismos del Gobierno. Vemos aterrados como se despilfarran o descuidan los bienes de la Nación y nadie hace nada.
¿Y quién responde? Santos, los congresistas, los partidos políticos y los medios están mayormente, preocupados por otras cosas, los acuerdos de La Habana y la futura campaña presidencial. Lo demás, ¡ya veremos!
Los pobladores de Quibdó y Buenaventura, haciendo gala de liderazgo comunitario, se tomaron las calles de sus ciudades, en protesta por sus dramáticas condiciones de vida. Están hastiados, de aguantar y sufrir. Y valga la verdad, tienen razón, ¡y mucha!
En Buenaventura, vivir prácticamente sin agua potable, cuando la ciudad está rodeada de ríos es absurdo. No tener un hospital decente o colegios de primera, cuando cuentan con un puerto de lujo que maneja la mitad del comercio colombiano, costó más de 600 millones de dólares y manipula 911.000 contendores al año, es inaceptable. El pueblo de Buenaventura, rodeado de riqueza, se pudre en la miseria y el abandono.
Y no me vengan con que el abandono de Buenaventura viene de siempre, o de que el Gobierno cumplió invirtiendo en el puerto. ¿Y qué de la ciudadanía? Por la ciudad pasan camiones cargados con la riqueza que entra y sale del puerto y ¿nadie ve la miseria de los barrios? ¡Qué los políticos de la región se roban la plata! Entonces, ¿dónde están las voces de condena de Santos?
Hoy, este desgastado Gobierno ha ofrecido millones y obras maravillosas para apaciguar al pueblo. Pero ¿dónde quedarán esas promesas? A Santos, como bien sabemos, no se le puede creer nada.
Esa tierra hermosa, por su riqueza fluvial y su inmensa biodiversidad, continúa desatendida y explotada por su ubicación privilegiada para puerto y para la explotación minera, pesca, tala de árboles y captura y exportación de fauna, en peligro de extinción, todo de manera irresponsable.
¿Y de sus gentes, quién se ocupa? Pues los caciques corruptos, las mafias del narcotráfico, la minería ilegal y el tráfico de personas.
Lo mismo sucede en muchos otros lugares de Colombia. Estamos viendo como las zonas dejadas por las Farc están siendo rápidamente ocupadas y avasalladas por otros grupos terroristas. Y, si todo esto pinta mal, peor pintan las cifras económicas.
Verdadera y lamentablemente el gobierno de Santos da muestras de inoperancia y desgaste, en un momento crítico para Colombia.