Hay tiempos en que se presentan importantes avances científicos, que naturalmente benefician al ser humano, pero existen otros hechos fatales para nuestra vida.
Muchos se quedaron en la Edad Media, en Roma, donde la mujer no podía cumplir ninguna función administrativa, ni en la asamblea de los ciudadanos, ni en la magistratura, ni en los tribunales. La mujer no era considerada sujeto de derechos, era solamente un objeto.
Otros, quizás recreándose en la serie de Simón Bolívar que estamos viendo en tv, exaltarán su insuficiencia cerebral, al observar la bestialidad de los hombres lacerando las espaldas y rostros de sus esclavas.
Y qué decir de Colombia, que tardó muchos lustros en darle a la mujer el derecho al voto. Las mujeres pudieron votar oficialmente el 1° de diciembre de 1957, durante el plebiscito que consultaba el nacimiento del Frente Nacional.
Desde finales del siglo XIX y comienzos del XX, la mujer colombiana estaba relegada a ser ama de casa y a procrear únicamente.
Pero ¡oh sorpresa! en pleno siglo XXI, aún predomina el machismo.
Ira santa me produce el escuchar al cantor desafinado, Gabriel de Las Casas, director de La Luciérnaga, que ante las palabras dulces de Alexandra, cuando le advierte que hoy día las mujeres casi no se atreven a denunciar a los abusadores sexuales, por la lentitud en la justicia y también por la poca credibilidad que se les brinda en los tribunales.
Inmediatamente saltó como una liebre éste payaso machista, refutando las palabras de Alexandra, afirmando: “es que hay muchas mujeres oportunistas”
Cuanta falta hace Hernán Peláez en La Luciérnaga, que si respetaba y admiraba a la mujer. Afortunadamente Gustavo Gómez logró llevarse a Mabel Lara y a Darcy Quinn a su noticiero 6 a.m. para librarlas del machismo atávico.
Hoy las civilizaciones nos enfrentan a varios caminos, unos prefieren la esclavitud destrozando la dignidad de las mujeres, y otros reconocer los valores morales e inteligencia de ellas.