JAVIER A. BARRERA | El Nuevo Siglo
Sábado, 6 de Abril de 2013

Matrimonio gay

 

“No se pueden limitar las libertades de las personas”

Si uno se toma el trabajo de explorar la evolución histórica de las uniones, o matrimonios, puede encontrar historias tan locas como la de un hombre que se casó con una Barbie convencido de que en ella habitaba el espíritu de su difunta esposa, o la de un niño que realizó una boda informal con una anciana después de que su abuelo se colara en sus sueños y le hiciera la petición.

De hecho el matrimonio siempre ha sido un asunto político. Bien fuese como institución que buscaba proteger la infancia, como estrategia religiosa para consolidar una base de afiliados a una fe o como medio de integración de sociedades, naciones e incluso reinos.

Sin embargo, nada genera más debate que la unión entre personas del mismo sexo, algo que, sospecho puede ser una decisión anacrónica en términos morales. Podrá sonar extraño que yo me atreva a cuestionar la prohibición en un medio conservador, pero creo firmemente que ser conservador no es sinónimo de tener una ideología que busca reestablecer los valores del neolítico.

Lo que deberíamos tener en cuenta antes de opinar sobre el tema es lo siguiente: para comenzar, la estructura social y política actual busca nivelar a todos los seres humanos a un mismo escalón. Esto quiere decir que en una sociedad como la colombiana, los roles son intercambiables sin importar el color de piel, el género o la nacionalidad.

Un hombre puede ser el encargado de un hogar, una mujer puede ser presidenta de una compañía y cualquier persona puede convertirse en lo que se le antoje. De igual forma, la homosexualidad forma parte de ese set de valores que no deberían interferir con el intercambio de roles. Un gay puede ser médico, abogado, presidente de empresa o cajero de banco.

La lógica de nuestra sociedad, y nuestra Constitución, está sustentada sobre el pluralismo. Un orden que no es producto de un decreto, sino de una evolución natural de nuestra sociedad.

El debate sobre el matrimonio gay, pensado desde una perspectiva de sociedad pluralista que permite el intercambio de roles, es en realidad un debate sobre el orden público y sobre la forma en que políticamente construimos la definición de qué es un ser humano y que restricciones y libertades tiene este.

Finalmente, desestimar el matrimonio gay es ir en contra del constante afán de la humanidad por hacer de todos los hombres iguales y por erradicar las distinciones entre personas. Limitar las libertades de una persona, en función de su orientación sexual, es abrir la puerta a una política retardataria similar a la que consideró alguna vez que las mujeres eran seres humanos de inferiores cualidades y que por eso no podían votar.

@barrerajavier