JAVIER A. BARRERA B. | El Nuevo Siglo
Sábado, 30 de Julio de 2011

Acrobacias electorales


“Los candidatos no tienen claro un discurso transversal”


ARRANCAN  las campañas electorales y desde ya se puede ver que los candidatos no tienen claro un discurso transversal en sus políticas. Como siempre, el problema del debate político se empantana ante un grupo de aspirantes que tratan de entender al votante en lugar de darle una linterna para que este encuentre respuestas.


El metro, los contratos, el subsidio de transporte, una ciudad que se expanda y, claramente, la seguridad. Nadie, sin embargo, se ha tomado el trabajo de explicarles a los ciudadanos cuál es la raíz real de nuestros problemas, y cuál es, en ese orden de ideas, el camino transversal, el propósito final, que va a seguir cada línea de gobierno.


Al mejor estilo de un kinder básico, los candidatos buscan aprobación deslegitimando al otro y no en los méritos propios. Como el corredor de carros que gana la carrera porque los líderes se estrellaron y no porque tuvo condiciones de llegar a ese lugar.Nuestra política es tan pobre que vemos actos como el de David Luna, quien actúa en detrimento propio al invertir energía en explicar por qué Petro es lo mismo que el Polo, en lugar de invertir tiempo explicando por qué él como candidato (Luna) y sus propuestas, son el camino que la ciudad necesita.


Los Verdes firmes a esa herencia clientelista que llevó a Lucho Garzón a aliarse con Samper un par de candidaturas atrás, ahora buscan la sombra de la Unidad Nacional. La sombra del “sin debate”, una sociedad unida políticamente es una dictadura simbólica. Donde no hay disenso no hay debate y, por definición, hay un autoritarismo socialmente aceptado.


Mockus, desde ya se perfila como el gran traidor a los valores, el gran vanidoso que en un ataque inexplicable rompe su discurso y se enlista como candidato de las minorías. Fiel a los principios del régimen que tanto crítica: todo vale, si y sólo si, cuando se trata de un beneficio personal.


En medio de egos, agua sucia, piruetas políticas y discursos acomodados, Bogotá corre el riesgo de ser víctima de una administración que, al igual que Moreno, logre un ejercicio de poder invitando a  votar por ilusiones y por amores perdidos.


El metro, esa opción que tanto se criticó a la campaña de Moreno. Esa vía de desarrollo que se descalificó como inviable y que, en la práctica, se materializó como imposible es, nuevamente, la bandera del debate con la que se camuflan todos aquellos que en afán de protagonismo y vanidad política buscan convertirse en alcaldes de Bogotá.


Si nadie se toma el trabajo de explicarle al bogotano cuáles son los problemas reales de la ciudad, si nadie adopta una posición de autocrítica donde lo importante sea poner “mis” argumentos a prueba y no desvirtuar los argumentos del otro, entonces la ciudad quedará, por segunda vez consecutiva, a merced del que proponga hacer casas en el espacio.
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