Quienes hemos tenido la fortuna de conocer a José Alejandro Cortés Osorio y compartir con él su visión de vida y de país, no podemos menos que sentir orgullo de colombianos por ser compatriotas suyos y por haber tenido la oportunidad de acercarnos a una vida tan excelsa y ejemplar. En pocas ocasiones la Cruz de Boyacá ha sido tan justo y merecido reconocimiento como el que recién le brindó el presidente Duque.
En una hermosa página autobiográfica publicada en El Tiempo, José Alejandro nos describe su parábola vital, comenzando por una época dramática. "Hubo un tiempo, nos dice, en que me paralicé físicamente. Quedé inmóvil a causa de una enfermedad conocida como síndrome de Guillain-Barré. Era 1969. Tenía 39 años. No podía parpadear, ni mover los ojos. Me costaba hablar. Perdí la movilidad de mis brazos y mis piernas. Lo único que funcionaba bien era mi cerebro". Y nos confiesa: fueron nube meses de terror, en los que me tocó acostumbrarme a la inactividad total y luego volver a aprender a moverme, desde ceros, los dedos de las manos, las piernas, los ojos, los párpados..."
¿Puede alguien imaginar postración igual? pues bien a punta de una voluntad ciclópea y de unas ganas de vivir a toda prueba a provecho la adversidad para reflexionar y afianzarse a la cabeza de uno de los grupos empresariales más poderoso e influyentes de nuestro país, el Grupo Bolívar, compuesto por bancos, aseguradoras y constructoras.
Pero también y por esta misma época sufrió estoicamente uno de sus más grandes reveses, la pérdida del control de otro gran conglomerado, el Banco de Bogotá.
Dedicado en cuerpo y alma a Davivienda, con el tiempo la ha convertido en el tercer banco del país. Su secreto: "Confió fervorosamente en la idea de la competencia. En ser disciplinado y entregado, en trabajar con honestidad”. En un reportaje que nos concedió yace muchos años nos decía que todo el secreto del éxito residía en el " fair play" o el llamado " juego limpio", En respetar las reglas y las normas. "Lo otro es la ley de la selva".
Cuando allá por la década de los setenta tuvimos la oportunidad, con la inolvidable Yvonne Nicholls, de crear y organizar el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, José Alejandro se preocupó porque la base fundamental del reconocimiento exaltara muy especialmente el comportamiento ético y la solidaridad social de los nominados.
En sus recuerdos José Alejandro nos segura que espera pronto sus noventa años con la tranquilidad y la satisfacción espiritual de haberse esmerado en cumplir sus metas y sus ilusiones. Como en los tiempos griegos al llegar el crepúsculo de los elegidos el merecido reconocimiento de todos es su mejor y más grata compensación.