Los talibanes de Nigeria
En África el uso de la tierra se ha convertido en uno de los factores de permanentes conflictos tribales. Uno de los países más asolado por este fenómeno es Nigeria, el más poblado del continente africano con una población superior a 161 millones de habitantes, repartidos en más de 250 grupos étnicos y en diversidades de clanes y subclanes que se han convertido en un rompecabezas para la seguridad y la estabilidad política.
Nigeria es uno de los países más industrializado y prósperos de África, su economía creció 6% el año pasado y, según las predicciones del Banco británico de Inversiones Morgan Stanley, será la mayor economía de África en el 2025. Sin embargo, 60% de su población aún vive bajo el umbral de la pobreza y desde su independencia navega en un clima de zozobra por los conflictos que llevan más de cuatro décadas y que dejan un saldo trágico de ciento de muertos y miles de refugiados.
La violencia se ha incrementado al ritmo que crece la población, escasean las fuentes de aguas y las tierras fértiles para la agricultura y el pastoreo. El telón de fondo no es estrictamente religioso, porque lo que se esconde detrás de la mal llamada “guerra religiosa” son luchas tribales y étnicas por el control de las tierras fértiles y los recursos naturales.
Los nigerianos no se están matando por razones religiosas, sino por intereses políticos y económicos, relacionados con disputas por el reparto del poder y el dominio de los territorios ricos en recursos naturales.
Desde que hace tres años fue abatido el clérigo Mohammed Yusuf, sus seguidores, conocidos como “Los talibanes de Nigeria” y cuyo eslogan es que "la educación occidental es un pecado contra el Islam", han desplegado una oleadas de atentados contra asentamientos cristianos.
Nigeria cuenta con reservas petroleras de 37.499 millones de barriles, que lo convierten en el mayor productor de petróleo de África y el décimo en el mundo. Una industria que está controlada por cuatro compañías extranjeras y en los diversos conflictos tribales no sólo están en juego los intereses de los grupos étnicos, sino los de estas empresas, las cuales en algunos casos patrocinan acciones armadas tribales para tener un acceso más fácil a las riquezas petroleros.