JOSÉ MANUEL RESTREPO ABONDANO | El Nuevo Siglo
Jueves, 23 de Febrero de 2012

Urgentes y drásticas soluciones

Críamos  que en materia de puertos y aeropuertos lo habíamos visto todo. Sabemos del desastre de infraestructura aeroportuaria de Colombia, pero nunca nos atrevimos a imaginarnos lo que es hoy viajar. Vuelos nacionales e internacionales que tienen demoras promedio de 3 horas, y que o están espantando a los inversionistas y visitantes, o los tiene confusos cuando a la vez se habla de Colombia como el nuevo destino atractivo de inversión extranjera.
Al desastre de inmigración, las colas, la ineficiencia, la vejez de equipos y mucho más, ahora tenemos que agregar las curiosas solicitudes de los controladores aéreos, quienes definen hoy la suerte de miles de personas. Ellos han sabido construir una estrategia de negociación de “tigre con burro amarrado”, para lograr ganar con cara y con sello.
Los señores controladores, imitando a sus amigos del mundo entero (Perú, España, Alemania, EE.UU. y otros), ya entendieron que tienen el mando y que sus “actos de huelga parcial” los conducirán indefectiblemente a multiplicar sus salarios y prebendas. Y lo harán hoy, en seis meses o en un año, y así sucesivamente, a menos que el Gobierno sea capaz de ganar la pelea estructural. Usando una tradicional “teoría de juegos en economía”, los controladores saben que son capaces de arrodillar a la sociedad a sus pretensiones.
En positivo, el Gobierno logró el acuerdo con los controladores luego de varios días de subdesarrollo aéreo. Únicamente 519 personas se convirtieron en oposición del Gobierno, y lograron aumentos salariales de más de 10%, así como menos tiempo de trabajo (lo que significa mayor remuneración por hora trabajada) basado en la contratación de nuevos controladores (pero sin abusar para seguir manejando la negociación).
Es cierto que las condiciones de trabajo de un controlador son difíciles, que están sujetos a estrés, que tienen horarios largos, y más situaciones, que siendo absolutamente francos no difieren de muchas otras profesiones. También es cierto que su remuneración promedio es alta, y que en buena medida la reciben por el bajo número de personas formadas en la técnica, o que su capacidad de presión se deriva de que cualquier retraso afecta a una gran parte de la sociedad y la presión mediática y política es difícil de soportar.
Esta es la misma realidad que en algún momento vivió y manejó exitosamente el presidente Ronald Reagan en los 80 por oposición a la muy débil de Carter. En aquel momento las pretensiones eran similares: doblar jugosos salarios, reducción de días de trabajo, bonos adicionales, pensión anticipada y algo más. La solución: rápidamente formar un ejército de nuevos controladores en escuelas públicas y privadas, convertir este tipo de huelgas en un delito o prohibirlas por atentar contra el bien común (como podría ocurrir en salud), y en general medidas que evitaran el “chantaje” de los controladores.
Algo de esto podríamos aprender en Colombia para evitar lo inevitable. Que este mismo “show de los controladores” se repita en uno o dos años, o de pronto antes.