Juan Camilo Restrepo | El Nuevo Siglo
Domingo, 20 de Diciembre de 2015

La inflación y el clima de Bogotá

“Control al costo de vida debe ser prioritario”

 

Cuando  la inflación va bien sucede lo mismo que con el clima de Bogotá: poco se habla de ella. El clima de nuestra capital es tan bueno que casi nunca se menciona.  No es común escuchar en las reuniones sociales capitalinas  expresiones que son comunes en otras ciudades como: ¡Qué frío! ¡Qué calor sofocante!

Últimamente, sin embargo, se empieza a hablar mucho de inflación. Señal de que las cosas no van bien.

Vamos a cerrar este año con una inflación cercana al 6,5%. Tres puntos y medio por encima de la meta del Banco de la República que era del 3%. Ya el Emisor reconoció  que este año no se podrá cumplir con dicha meta. Y  espera  que hacia mediados del 2016, si acaso, podamos volver a alcanzar la meta del 3% como punto medio de una franja deseable en los incrementos de precios.

Las causas son varias y  todas ellas son  ciertas: la fuerte devaluación del peso ha encarecido  en especial  los alimentos que importa el país; la fuerte sequía que experimentamos  y que todo parece indicar que se prolongará hasta el primer trimestre del año entrante, ha estropeado cosechas y encarecido la canasta familiar. Pero no son solo estos episodios inesperados los que están arrastrando al alza  la inflación. La llamada “inflación básica”-aquella que no depende de eventos fortuitos como la devaluación o el Niño- también muestra señales  de alerta.

Por todas estas razones el Banco de la República ha comenzado a utilizar el arma que está a disposición de todos los bancos centrales en estas circunstancias: la tasa de interés a la cual suministra liquidez a los bancos del sistema. Ya la ha subido en tres ocasiones y todo indica que lo seguirá haciendo. Observadores calificados como Fedesarrollo pronostican que en los próximos meses la tasa de referencia del Banco de la República alcanzará el 7%.

Era la responsabilidad del Banco emisor actuar así  ante estos cabeceos inquietantes que empieza a mostrar la inflación. Pero no debemos hacernos ilusiones exageradas sobre la capacidad del Banco de la Republica. A punta de alzas en sus tasas de referencia interbancaria algo se logra pero no todo se maneja. Se necesita, por ejemplo, un concurso más  activo de la política fiscal para que a través de moderación en el déficit de las cuentas públicas (que está altísimo: ya está llegando al 4% del PIB), y mediante  la morigeración del gasto público, se contribuya a  enfriar las furias de los demonios de la inflación que están dando muestras de querer despertar.

No va  a ser fácil lo que viene. La negociación en curso  del salario mínimo para el año entrante será una primera y difícil prueba de fuego. La administración por parte del gobierno de ciertos precios administrados como los de los servicios públicos y los de los combustibles, será otro desafío  que requiere de una gran coherencia.

El control de la inflación debe ser el gran propósito macroeconómico de ahora en adelante: hay que  volver a adormecer los demonios inflacionarios. Hay que anclar  las expectativas sicológicas  que cuando son alcistas  son peores que cualquier otro indicador. Esto  requiere de un gran tino. El  gobierno debe recordar que no todo es asunto del Banco de la República. No hay peor política social; y  nada que mal distribuya de peor manera la riqueza y el ingreso, que los índices  inflacionarios  al alza.

Es apremiante,  pues, que volvamos a un escenario en el que poco se hable de la inflación: ¡como poco de habla del clima de Bogotá!