JUAN DIEGO BECERRA | El Nuevo Siglo
Domingo, 5 de Mayo de 2013

El dolor de los vecinos

Quizá  para muchos colombianos la tragedia de nuestro país vecino es simplemente una anécdota cualquiera, con visos de humor y drama, enmarcado en el final de un personaje que despertaba muchos más odios que amores entre los que habitamos este lado de la frontera. Yo creo más bien que es la más triste expresión de un país dividido, con argumentos embolatados, con futuros pendientes e inciertos. Venezuela es el extremo de los inconcebibles, de los tiempos que se fueron, de los errores sistemáticos.

Más allá de las preferencias electorales a favor del oficialismo o de la oposición creo que Venezuela no merecía el camino que ha tenido que recorrer. No merecía los golpes dentro de su Asamblea, los muertos después de las elecciones, los insultos y provocaciones que surgen de parte y parte.

El chavismo quedó destrozado sin Hugo Chávez y Nicolás Maduro demostró no estar a la altura de las circunstancias. La oposición se quedó con un discurso imposible de probar, encerrada en unas decisiones que claramente no van a darle nunca la razón.

El problema fue que Venezuela se quedó sin ideas. La muerte de Chávez rompió la simplicidad comunicativa convirtiéndola en un arma de doble filo, sacrificando a Maduro. Para mantenerse el Gobierno ha optado por radicalizarse, por atrincherarse como si el mandato de las pasadas elecciones hubiese sido por mayoría absoluta y no por menos de dos puntos porcentuales como terminó sucediendo al final.

El Gobierno de Venezuela con las últimas elecciones empezó a ser realmente peligroso. Ya el régimen chavista no puede darse el lujo de permitir libertades, ni siquiera dudas entre aquellos que encontraban falencias en el modelo cuando lo lideraba el comandante, aunque le siguieren incondicionalmente. Con los problemas económicos que vienen en aumento y un poder regional que se revela en descenso, Maduro va perdiendo el poder de su revolución y mientras tanto vienen ganando presencia otros líderes dentro del partido, aislando al Presidente en ejercicio, dejándolo solo y con el dolor de ser un elegido sin la fuerza de su “padre”.

Lo único que puede desearse es que la violencia no termine inundando las calles, sea cual sea el desenlace de la historia. Nadie es mejor que otro por sus ideas políticas o por su posición en el espectro ideológico. Sin embargo, quizá es esta la oportunidad para que viendo el reflejo de una pugna sin sentido como la que podemos ver en Venezuela, pudiésemos mirarnos a nosotros mismos como colombianos y elegir el camino que queremos tomar para el futuro de nuestro país.

@juandbecerra