Las elecciones del 27 de octubre han acrecentado las inquietudes que circundan la tarea de la una justicia cada vez más contaminada por intereses políticos y animada por radicalismos ideológicos. Es este un proceso que se puso en marcha con ocasión de la negociación y acuerdo de paz y que se acompañó con la manifestación de un magistrado de la Sala Penal de la Corte Suprema, hoy fallecido, que con arrogante prepotencia nos anunció el advenimiento del gobierno de los jueces.
Poco tiempo después, el entonces Presidente de esa Corte, magistrado Bustos, hoy encausado por el cartel de la toga, no vaciló en anunciar la primacía de la paz sobre la Constitución Política para justificar el sometimiento del gobierno Santos a la voluntad de las Farc. Y la Corte Constitucional, en tinterillada que la deshonró, desconoció el resultado del plebiscito y convalidó su desconocimiento por simple proposición en el Congreso. Todo ese trajinar despojó a la Justicia de su majestad, imparcialidad y credibilidad y la orientó por el sendero de impunidad e inmunidad para unos y arbitrariedad y condena para otros, que hoy polariza a la sociedad y amenaza los fundamentos del régimen democrático. Semejante perversión ha encontrado eco en el Consejo de Estado que sin sonrojarse ha sostenido que “debemos abandonar la idea decimonónica según la cual la ley como fuente por antonomasia en nuestro sistema, es la única fuente jurídica”, pretendiendo así que el juez sea también legislador.
No debe extrañar entonces que el acatamiento de los fallos judiciales dependa de a quienes favorece, dispensando impunidad para unos y condenas para sus contrarios. Semejante distorsión ha provocado que los afines a la ideología prevalente en los despachos de las Altas Cortes aduzcan siempre inmunidad frente a eventuales procesos, mientras que los ajenos a ese sesgo político sientan el peligro de sentencias anticipadas. Esta realidad contamina el proceso electoral cuya recta final se verá marcada por denuncias e investigaciones judiciales y disciplinarias contra rivales y contendores. La izquierda proclamará su consabida inmunidad que acompañará con huelgas de hambre y movilizaciones callejeras mientras los otros temblarán ante el Leviatán de la justicia, sin otro amparo que la Divina Providencia.
La tercera vía la encarna el exalcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández, que proclama su respaldo al candidato a la gobernación de Santander del Polo, Colombia Humana y la Farc para fungir de víctima y procurar que la inmunidad mamerta se extienda a su situación, y para aprovechar su metamorfosis en víctima de investigaciones disciplinarias y penales, supuestamente urdidas por el Procurador y el expresidente Gaviria para inhabilitarlo en su aspiración presidencial, con un despliegue mediático que merecería mejor causa. Desafortunadamente, Pan y Circo y resquebrajamiento institucional acompañarán el escenario electoral hasta su final.