Juegos de guerra | El Nuevo Siglo
Sábado, 11 de Enero de 2020

La intemperancia y la imprudencia del presidente Donald Trump al atacar a Irán, han vuelto a hacer sonar los tambores de la guerra en el Oriente Medio. En un mundo tan convulsionado como en el que vivimos, en forma por demás irresponsable .el mandatario está llevando a esta región a una conflagración, que puede extenderse a una velocidad similar a la que está devastando al continente australiano, hoy en llamas pavorosos incendios forestales.

Por lo pronto un agresivo intercambio de cohetes ya parece haber producido tragedias de la magnitud de una que habría causado la caída de un avión comercial que cruzaba la zona. De otro lado, en forma irresponsable, Trump está invitando a sus aliados de la Otan a que se sumen al desaguisado. Afortunadamente la Cámara de Representantes en Washington se apresuró a ponerle límites y condiciones a futuras acciones bélicas que intente llevar de nuevo a cabo intonso mandatario,

Todo comenzó con el lanzamiento de un dron estadounidense que terminó asesinado a un alto jerarca militar iraní. En pleno siglo XXI estos peligrosos juegos de guerra deberían ser castigados ejemplarmente. Sin embargo, el desprestigio y la atonía de los organismos internacionales es tal que no se cuenta con disposiciones ágiles que lo permitan hacerlo eficientemente. Los críticos de Trump se limitan a acusarlo de buscar con esta media su reelección.

Lo grave de todo este delicado asunto es que esta clase de "matoneo político” por lo regular le da frutos a sus protagonistas y todo parecería indicar que tendremos que seguir padeciendo las delirantes bufonadas del actual inquilino de la Casa Blanca. Situación que aprovechan dictadores como Maduro para atornillarse en su puesto. Porque saben que Trump pierde cada vez más el respeto de sus pares en nuestro convulsionado hemisferio.

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Doña Claudia parece haber comenzado con muy buenos augurios su administración capitalina. Se ha sabido rodear de un buen equipo de colaboradores, tanto en el gabinete como en los institutos y dependencias oficiales. Todos ellos tienen experiencia y conocimientos adecuados a sus delicadas funciones y es de esperar que continúen la indudable buena administración de Enrique Peñalosa Camargo.

Los problemas de Bogotá no son pocos, siendo el más grande el de la movilidad que tiene realmente desesperados a sus habitantes. El tráfico es infernal y caótico. El servicio público, tanto de taxistas como de colectivos, atenta permanentemente contra usuarios y peatones. La secretaria no hace nada por meter en cintura a los conductores que tratan a sus pasajeros como bultos de carga y ponen en serio peligro su integridad personal.

Problema no menor sigue siendo el de los miles de huecos regados a lo largo y ancho de avenidas y calles secundarias. Peñalosa hizo algo en algunas partes pero esta debe ser tarea de todas las horas de doña Claudia. No solo afean sino que contribuyen al desaseo, que sigue siendo crónico. La mendicidad no ha podido ser neutralizada y cientos de marginados deambulan por todas partes, constituyéndose a veces en un peligro por su agresividad.

Cuando llueve todo se nos complica a los citadinos. Las alcantarillas colapsan y los desagües no son suficientes para los torrentes que se forman. Urge seguir arreglando las cañerías que llevan años de estar reclamando su cambio. Pero tenemos confianza que Doña Claudia pondrá todo su empeño en encontrar soluciones permanentes a estas nuestras tragedias cotidianas.