Juventud, divino tesoro, / ¡ya te vas para no volver! / Cuando quiero llorar, no lloro…/ y a veces lloro sin querer….
Sólo los poetas como Rubén Darío pueden penetrar el alma para evocar el inmenso dolor del pueblo colombiano al sufrir la pérdida de nuestros queridos cadetes en la Escuela General Santander.
Una plaga maldita destruyo la semilla que produciría ricos frutos para una Colombia llena de ilusiones y de esperanzas.
El académico Carlos Alberto Padilla en su obra “Ensayos sobre el ser humano creador y el universo no manifestado” brillantemente expresa que la juventud siempre está llamada a establecer “un nuevo orden”
Fue así como en otras épocas surgieron jóvenes pintores, poetas, escritores, músicos y literatos que lograron equilibrar las ideas religiosas y científicas hasta cierto grado.
Leonardo combinó en sus obras las matemáticas, el diseño, la geometría, la medicina, la filosofía, la religión y casi todas las áreas del conocimiento. Fue uno de los grandes innovadores en la historia de la humanidad.
Para los cadetes la vida era bella. Su ilusión escalar todos los grados militares, ejemplo de ello, el subteniente Edgar Andrés Báez Quintero de 23 años de edad, egresado de la Escuela General Santander, se había especializado en la Dirección Antinarcóticos en el curso de Comandos Jungla. Desafortunadamente perdió la vida en un siniestro aéreo en Urabá, mientras adelantaba un operativo contra el Clan Úsuga.
El joven cadete Alan Paúl Bayona destacado deportista, ganó el año pasado tres medallas de oro en los juegos nacionales de la policía, entendía muy bien “Mens sana in corpore sano”, cuyo significado pone de manifiesto que lo mental se asocia con lo físico.
Al cadete Luis Mosquera, le frustraron el sueño de conocer a su hijo. Para él, un hijo era un verdadero regalo de la vida, contrario a lo que piensan otros, que un hijo es una frustración para la realización plena de la mujer.
Valientes y vigorosos jóvenes tenían el camino abierto hacia las cruzadas de la cultura. Sólo escuchaban la voz de la naturaleza en su esplendor. Eran el libro abierto del futuro, nuestro mejor signo de paz, la fuerza creadora de nuestra juventud, los más auténticos exponentes del saber y de la raza.
Buscaban la unión entre todos los pueblos del continente. Eran los heraldos de un nuevo ideal, de una nueva norma de vida, de una condición humana más acorde con los tiempos.
En los jóvenes cadetes estaba el amor al prójimo, la dignidad personal, el sentimiento patriótico en su más bello y noble significado.
Aunque el pueblo colombiano ha sufrido muchas tragedias propiciadas por el terrorismo, siempre triunfará el empeño por buscar la paz.
Líderes como Luis Carlos Galán sacrificado en la población de Soacha, nos dejó varias consignas memorables: “Por Colombia, siempre adelante, ni un paso atrás y lo que fuere menester sea” “La justicia, como la libertad y la vida, tenemos que conquistarla todos los días. La lucha por estos ideales no terminará nunca”.