Le quedó grande el cargo. Lo cual es algo desolador para ella y para Colombia. Alguna vez hizo un aporte intelectual para comprender el fenómeno del paramilitarismo, texto importante que abarca el régimen del caudillo Uribe y la de sus adláteres, con todas las consecuencias de dolor y de muerte que causaron al país. Pero que solo hasta ahora se vienen a corroborar con las descarnadas confesiones de los militares y policías de esa época de horror.
Pues bien, ella tuvo el coraje de arriesgar su prestigio académico cuando el acusado histórico tenía el poder y no calló, no se “prudenció” como dicen los argentinos que conocen bien la tiranía, el psicoanálisis, el fútbol, y el empobrecedor peronismo.
El fervor que mostró Claudia López al inicio de la pandemia contrastaba con el desgano casi criminal por omisión del gobierno Duque, que siguió impertérrito mientras por puertos y aeropuertos llegaban portadores del virus. En ese momento ella mostró de nuevo su coraje y su iniciativa. Pero ahora, tiene un porcentaje de opinión desfavorable muy alta en las últimas encuestas de opinión. ¿Qué pasó?
Ella se declaró a favor del partido Verde, que como su nombre lo indica, dice respetar el medio ambiente. Ellos defendían al menos en ese entonces, con actividad militante esos postulados que resultan ser atractivos para una cantidad de jóvenes amenazados en su porvenir mediato.
Así crearon un contraste político con el alcalde predecesor, enteramente entregado al cemento, y al anacrónico medio de transporte del Transmilenio. Enemigo acérrimo desde los años ochenta en construir un metro para Bogotá al cual se opuso hasta que la realidad de una megalópolis de ocho millones de habitantes se impuso, y a su pesar, debió transigir. Pero cuando el metro de Bogotá se termine estará casi medio siglo atrasado respecto al de Medellín.
Ahora resulta que la cazadora de dragones ha devenido en dragón. Está siguiendo a pies juntillas el proyecto urbano entregado a los intereses de los constructores, las fábricas de cemento, y los llamados urbanizadores. Tanto ella como otras congresistas disfrazadas de “Verde”, impulsaron la ley que crea la región metropolitana de Bogotá y Cundinamarca en favor de los constructores para acabar de cementar la sabana de Bogotá.
Es decir, avasallando a las poblaciones vecinas, sin consultar la voluntad de los municipios. En suma, violando la Constitución que ampara el área y sus municipalidades. De modo que, con un subterfugio semántico al cambiar área por región, burlan la consulta electoral que manda la ley y que ampara a la autonomía de las municipalidades. Ellas pretenden minar esa autonomía con una especie de comisión capitalina sin la corporación del medio ambiente, una fuerte representación de los constructores y los intereses de las cementeras, con una débil voz de los municipios, y el gobernador de Cundinamarca tan entregado a los constructores como las dragonas Verdes.
El gobierno nacional se opone con razón a esa leguleyada que resalta el muy menguado prestigio de la alcaldesa.