Como la dueña de la casa de tres pisos pintada de amarillo donde nació Adolf Hitler en 1889, en Braunau, frontera con Alemania, no quiso venderla al Estado, el parlamento de Austria ha aprobado una ley de expropiación en la cual no se especifica si el objetivo es demolerla o realizar una completa modificación arquitectónica. Se argumenta que esto ayudará a olvidar al dictador quien vivió sus primeros tres años en ella y evitará que haya peregrinación de grupos neonazis.
Actualmente se paga a su propietaria un arriendo de cuatro mil setecientos euros, - unos catorce millones de pesos colombianos- para controlar su uso, el último de los cuales fue el de centro para discapacitados, está desocupada, a su entrada hay una leyenda sobre un gran montículo de granito con la leyenda: “Por la Paz, la Libertad y la Democracia. Nunca más el Fascismo, millones de muertos lo advierten.”
Los partidos social-demócrata y el democristiano, miembros de la coalición de Gobierno, junto con los ecologistas y los liberales, conformaron amplia votación mayoritaria. Solamente los integrantes del partido nacionalista y los seguidores de un pequeño movimiento populista sostienen que hubiese sido mejor una negociación con la dueña ofreciéndole suma superior. En el 2012 el Gobierno austriaco retiró la tumba donde reposaban los restos de los padres del führer en Leonding, en el suroeste del país, porque la visitaban ultra-derechistas que colocaban símbolos nazis.
El ministro del Interior de Austria, Wolfang Sobotka, dice que si no es derribada la casa debe reformarse su fachada hasta convertirla en irreconocible. Allí tuvo Hitler el bautizo católico y las primeras pataletas. Se trataba de un niño con belicoso temperamento, problemas familiares, no tratado porque sus progenitores lo consideraban exaltado pero no fuera de los parámetros con los cuales se medía la situación mental de los niños. A los seis años, ya residente en otro sitio, lo atacaban terribles pesadillas nocturnas, tanto que el médico familiar, Edward Block, decidió consultar con un especialista en Viena para saber que tratamiento era indicado para sus trastornos los cuales detallo en mi libro La Fusta de Hitler, recuerdo que el médico judío consultado, nada menos que Sigmund Freud expresó: “Debe ser internado.”
La noticia da la vuelta al mundo, así quede solamente un hueco las incursiones, posiblemente menos frecuentes, continuarán. ¿Se resuelve el problema con la venta del sofá? La figura de Adolf Hitler, contrario a la civilización, máximo responsable del holocausto, de millones de muertos, de crueldades, no desaparecerá porque se sepulte la vivienda, ni podemos renunciar al repaso y análisis de un triste período histórico. La historia no se borra.