Uno de los laboratorios que produce una de las vacunas que hoy se están empezando a usar para detener definitivamente a la pandemia, con muy buenos resultados, acuñó la frase science will win (la ciencia ganará) como lema para estos tiempos donde más que antes el conocimiento, la investigación y el desarrollo científico han adquirido tanta relevancia. Si hace un año enfrentábamos con temor una amenaza desconocida, hoy no solo la entendemos mucho mejor gracias al trabajo de los científicos sino porque además hoy tenemos unas vacunas efectivas y seguras que hace un año ni siquiera existían.
En la actualidad, podemos afirmar que la ciencia es y debe ser uno de los temas que hacia adelante debe mantenerse como prioridad. De allí que preocupen las brechas entre países a la hora de destinar y orientar recursos hacia la investigación y el desarrollo. Países como Alemania, Estados Unidos e Israel destinan entre el 2% y el 4% del PIB en investigación y desarrollo, frente al tímido 0,25% que le destina Colombia. En América Latina, solamente Brasil, con el 1,24% del PIB en ciencia es el más aventajado. No es casualidad que la primera vacuna saliera de una alianza entre empresas alemanas y estadounidenses o que Israel sea, muy probablemente, el primer país en lograr la inmunización de la totalidad de su población.
Colombia ha dado pasos en una dirección correcta al crear el Ministerio de Ciencia y Tecnología y al permitir que el sistema de regalías distribuya recursos para la investigación y el desarrollo; sin embargo, ante retos como el cambio climático o una pandemia como la que ha puesto en crisis a gran parte del planeta, son pasos que no son suficientes. Desde el año 2000, la meta ha sido que el gasto en ciencia y tecnología en Colombia llegue al 1% y, de hecho, en el actual Plan Nacional de Desarrollo se proyecta que el país sitúe su nivel de gasto en el 1,5% acompañado de un aumento de la inversión privada en este rubro, hasta situarse en el 0,7%. La meta es ambiciosa y la pandemia nos está demostrando que deben desplegarse todas las acciones público-privadas que permitan cumplirlas.
Con las grandes riquezas naturales y un buen número de universidades de primer nivel, la ciencia y la tecnología deben ocupar uno de los primeros lugares en la agenda pública y privada, porque el llamado debe hacerse extensivo al Estado y a las empresas. El caso de las vacunas contra el coronavirus demuestra que el sector público asume los riesgos financieros muy a menudo, pero el conocimiento y la capacidad instalada para hacer descubrimientos e innovaciones importantes suelen estar en las universidades y en el sector privado.
La inequidad que se observa en el mundo a la hora de distribuir las aún limitadas existencias de vacunas nos obliga a pensar que el desafío comienza en el mismo país a la hora de asignar los recursos. La ciencia ganará, pero en Colombia eso será posible si le damos una mayor importancia en la agenda nacional.