La ciudad autoconstruida | El Nuevo Siglo
Lunes, 2 de Mayo de 2022

La del 22 de abril fue una mañana soleada en Bogotá. Desde lo alto del cerro, la ciudad se veía radiante, exultante; como si reflejara y nos devolviera la emoción con la que la mirábamos. Habíamos llegado allí en el TransMiCable para presenciar el encuentro entre el escritor Mircea Cărtărescu y la comunidad de Ciudad Bolívar, en el marco de la Feria Internacional de Libro de Bogotá -FILBo-. Todo fue sorprendente y emotivo, tanto para los anfitriones como para los visitantes.

Ascender en el cable aéreo hasta el barrio Paraíso es asistir a la complejidad, a la crudeza de la exclusión y a la esperanza de la resiliencia. La historia que grita la montaña es dura, habla de la expoliación del medio ambiente, de la pobreza, de las fronteras invisibles, del conflicto armado, del desplazamiento de miles de campesinos, de cómo fueron despojados de sus territorios y de los vínculos que los ataban a sus comunidades, pero también de cómo fueron acogidos por esta localidad. Este cerro llora de tristeza y de alegría al mismo tiempo. Las casas pintadas, sus techos coloridos, las huertas en las terrazas, las calles limpias, los colegios, las canchas sintéticas, los parques infantiles y los murales llenos de significado narran la persistencia de la dignidad y son testimonio irrefutable del poder transformador de la acción colectiva, pues todo lo han hecho entre todos. Desde allí arriba se ve Bogotá en su versión más descarnada, el drama de un país y, también, la fuerza incontenible de su gente.

En la parte más alta del cerro, en la última estación del TransMiCable, un museo y una biblioteca nos esperaban; su presencia también cuenta una historia bella. Cuando iniciaron la construcción del cable aéreo, el Distrito convocó a la comunidad para concertar cómo utilizar los predios remanentes de la obra civil y la gente pidió una zona verde, una biblioteca y un espacio para el reconocimiento de las identidades. Fue así como el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural y las comunidades de Ciudad Bolívar crearon el Museo de la Ciudad Autoconstruida con una huerta comunitaria, salas de exposiciones y de expresión cultural, y una biblioteca pública que hace parte de Biblored. Es precioso, todos los relatos que allí circulan desembocan en un mismo cauce temático, el modo en que se han tejido los lazos entre las comunidades hasta constituir una resistente malla protectora. Narran, sobre todo, una historia de solidaridad.

“Estoy emocionado y lloro de alegría y de tristeza”, dijo Cărtărescu, resonando con la voz de la montaña. Nirza Morales, la coordinadora de la biblioteca, explicó que para preparar el encuentro organizaron “tomas literarias” que, desde las cabinas del cable aéreo, las historias del escritor rumano se esparcieron entre los barrios Mirador y Paraíso, y que la gente se había entregado por entero al embrujo de la literatura porque leer, imaginar, soñar y ser felices era también su manera de resistir. Entonces, las lágrimas de todos fueron de esperanza. Era un buen día para creer en el futuro.

@tatianaduplat