Este asunto es difícil de enfocar y más todavía cuando se buscar ser equitativo y no entrar a juzgar los protagonistas de episodios aterradores, algunos y descorazonadores otros, pero susceptibles de controversia imparcial. Veamos.
Cuando las autoridades anuncian el incremento de efectivos policiales, la ciudadanía se muestra alborozada y optimista, porque esta decisión, demuestra preocupación de las administraciones por la seguridad y una positiva gestión, lo que traducido al buen romance quiere decir que el conglomerado cree en la institución y el profesionalismo de sus hombres. Pero esas manifestaciones son volátiles, pues ante las fallas operativas, en su mayoría explicables, la reacción es evidente e indolente y así se pasa de héroe a villano con gran facilidad, sin entrar a considerar los hechos imponderables que rodean el contexto, a más del nulo compromiso ciudadano con su propia seguridad.
La primera e inveterada queja es aquella que reza que la policía no llega cuando se le llama, “nos cansamos de llamar al cuadrante y no respondieron”; más bien fuimos a poner el denuncio, - pensemos-. Los llamados son atendidos con la presteza que permite el desplazamiento en un caos vehicular como el bogotano. Existan momentos de imposible movimiento aunque los patrulleros siempre hacen ingentes esfuerzos por hacer presencia. Sería saludable realizar un balance entre casos atendidos y fallidos, teniendo en cuenta las fisuras en la comunicación telefónica, que no son de responsabilidad policial.
“Tenemos un CAI en el parque , pero los policía no hacen nada para evitar la presencia de habitantes de la calle en esos contornos”, -pensemos- los CAI son puntos de atención que no cuentan con lugares de detención transitoria para mantener maleantes, por lo tanto evitan conducir al habitáculo personas indeseables, debiendo limitarse a dar información y orientación a los ciudadanos, patrullar los sectores aledaños y solicitar refuerzos cuando enfrentan antisociales, para lograr conducciones a centros adecuados.
Los conductores que se movilizan por la ciudad en determinado sectores son asediados por delincuentes que aprovechan los trancones y congestión vehicular para atentar contra los automotores, hurtando espejos, rompiendo vidrios, robando carteras y pertenecías ubicadas al interior de los autos,- pensemos- los conductores hacen caso omiso a las recomendaciones de la policía sobre la prevención de no llevar artículos a la vista en los autos, facilitando al maleante su actuación. ¡Invito al análisis!, informemos con tiempo, colaboremos con el entorno y comprometámonos con nuestra seguridad.
Nos haríamos interminables haciendo este ejercicio para finalizar reconociendo que hay razón de las partes. Al policía no le falta mística ni profesionalismo, es la alianza ciudadano – policía que no funciona, la comunicación no es la deseada, la colaboración es invalidada y ante la falla viene la queja, pero al acierto poco reconocimiento. Qué bueno sería lograr esa interacción por el bien de la seguridad.