La peste atacó a los caudillos populistas de derecha de modo algo partidista y sesgado. Al nacionalista Trump y a sus asesores, a Johnson del Reino desunido que promovió el aislamiento, al filo fascista presidente Bolsonaro de Brasil que está quemando al Amazonas para beneficio de la ganadería extensiva, al iracundo caudillo Uribe de Colombia, y los virólogos aseguran que también ataca a los orangutanes. Se trata de un virus democrático, populista o imparcial si se quiere, y que por ningún motivo acepta dialogar con videos discrepantes.
Acepto que es sesgado por cuanto el presidente Trump trata al virus como si fuese un temible demócrata y no conviene (según los siquiatras) refutar el video de un alienado, sino seguirle la cuerda, procurar aplacarlo mientras llega la camisa de fuerza de una nueva elección.
Por lo pronto él showman racista, color ahuyama madura, sigue en su fantasía haciendo manifestaciones contra la mascarilla (su enemigo fetiche secreto). Sus fanáticos se congregan como furiosas ovejas, mientras el virus, mata a unos mil norteamericanos, y contagia a otros 70.000 cada veinticuatro horas. Los hospitales están a reventar. Hagamos simple suma y resta.
De un modo desconsiderado, la realidad le lleva la contraria al reality de Trump y le gana en la suma aritmética. Y a menos que me deje obnubilar por el deseo, lo llevará al despeñadero en las urnas, como se verá el próximo noviembre.
La generación de los milenios le va a dar la trilla de su vida a este animador televisivo. Así como los más jóvenes que en la última elección tenían apenas entre quince y diez nueve años, quienes además votarán en estados ayer republicanos, darán una muy esperada sorpresa. Todo el sentimiento de alarma represada por el peligro planetario ante la rapacidad del engranaje del petróleo y los defoliantes, se manifestará como un referendo contra este plutócrata sin escrúpulos que se burla de los tullidos, enjaula niños en la frontera y los separa de sus madres.
Por no mencionar las negritudes, los mexicanos (que representan el 30% de los votos de latinos americanos) y desde luego el voto masivo de las mujeres humilladas y ofendidas por tan grotesco matón.
Creo que será un aluvión súbito, perceptible y arrasante, que quizá mitigue la velocidad de la decadencia de ese próspero imperio. Derrumbe que ya va demasiado avanzada en esa sociedad, pero que en la breve métrica de dos o tres generaciones sí va a pesar de forma significativa.
En el colegio en Estados Unidos nos enseñaban que uno no puede dejarse matonear por nadie. Creo que eso sigue vivo en el ánimo estadounidense hasta hoy día. Y aun con la ultra concentrada tendencia económica, subsiste cierto coraje ajeno al simple ánimo de lucro, por materialista que ese engranaje sea. El coraje de los médicos y paramédicos, la capacidad de sacrificio de soldados, agricultores y trabajadores.
En cada lento declive como ocurrió en Roma, un gran Marco Aurelio bien puede resurgir luego de un Calígula.