La era del pesimismo | El Nuevo Siglo
Sábado, 21 de Enero de 2017

A las cosas hay que llamarlas por su nombre. Ayer comenzó la era Trump, con el advenimiento del controvertido magnate a la presidencia de los Estados Unidos. Pero quizás muchos quieran llamarla la era del pesimismo, sembrado y alimentado por unos demócratas adolorados y resentidos. Esa izquierda que siempre que pierde no admite las victorias conservadoras, como sucedió también en

Gran Bretaña y España.

Victorias que se han producido en las urnas por el estruendoso fracaso de unas políticas de un presunto bienestar social que han generado  grandes huecos fiscales y han estado muy lejos de poder convertir en realidades las demagógicas propuestas de campaña. Los británicos votaron en forma atolondrada y esquizofrénica  su salida del brexit  y, los españoles, después de un calamitoso gobierno socialista, aún siguen pagando los platos rotos. Francia parece que seguirá el ejemplo... 

Volviendo a los Estados Unidos es un hecho que las grandes esperanzas que había despertado la presidencia de Barak Obama no pudieron concretarse en parte por la desaforada e irracional oposición republicana, pero también por una falta evidente de liderazgo político del primer presidente negro en la Casa Blanca. Lo que también llevó a que una derecha desencantada votara masivamente por un cambio hacia un Gobierno fuerte que les había prometido mejores salarios, más empleo y menos impuestos.

Derrotados por amplio margen en el Consejo Electoral los demócratas no asimilan y mucho menos reconocen el triunfo de Trump. Lo cierto es que ha llegado gracias a una muy convincente y dinámica campaña en solitario que ha demostrado que el nuevo inquilino del Salón Oval tiene muy claras sus metas: terminar con el caos migratorio, traer de vuelta las grandes empresas y combatir frontalmente el terrorismo. A Trump pocos le perdonan que llegara a donde está  sin la ayuda o apoyo del establecimiento político tradicional americano.

Analizando fríamente las razones del triunfo de Trump hay que convenir que los Estados Unidos ha sido desplazado del liderazgo mundial, al menos comercialmente, por la China y que ha dejado de influir de manera determinante m en la Unión Europea, motivos  por las cuales quiere cambiar sus políticas externas, especialmente con los bloques de la Otan y las potencias emergentes asiáticas. El  mandato en este sentido ha sido inequívoco y por ello el nuevo mandatario se comporta como se comporta.

América Latina parece que le importa poco, a excepción de Cuba a la que le quiere apretar las tuercas.

Adenda

Capítulo aparte merece un análisis de la época Obama. Sin embargo debemos precisar que si bien el hoy exmandatario tenía  muchos vientos a su favor, al profundo racismo estadounidense nunca vio con buenos ojos que un político de raza negra fuera el Comandante en Jefe de la Unión Americana. Por eso eligieron para remplazarlo a un mono ojiazul. Mensaje más claro, imposible.