Colombia no logrará una paz permanente y duradera si no consigue que en este empeño estén comprometidos todos los colombianos. Y esto parece cada día más imposible a la luz de los permanentes embates del expresidente Álvaro Uribe y el exvicepresidente Germán Vargas. A la luz del deseo colectivo de buscar afanosamente la concordia nacional, las posiciones de confrontación permanente que proyectan estos dos líderes y su afán por evitar que el país sane sus heridas de cincuenta años de conflicto armado, son cada vez más alarmantes.
Por muchos años hemos venido practicando una dolorosa y destructiva cultura de la violencia. Una cultura de la intolerancia y de la intemperancia. Una cultura de los celos y de los recelos. Una peligrosa cultura de la desconfianza. Sin embargo, en el último lustro el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, contra viento y marea, ha venido construyendo un camino para poner fin del conflicto armado y es evidente que ha logrado avances significativos en esa búsqueda afianzar la concordia nacional.
Pero, y muy triste es reconocerlo, una gran parte del país se ha negado tercamente a reconocer esa realidad liderada por los odios y los egoísmos. Y esta es una grave responsabilidad para el futuro de nuestra convivencia. Todos deberíamos estar convencidos que si queremos días mejores para nuestras futuras generaciones será menester que el actual clima de confrontación llegue a su fin. La paz verdadera. La paz que con urgencia necesitamos no puede ser fruto tan solo de un acuerdo político firmado por los combatientes. Tiene que ser y debe ser un compromiso filial de voluntades,
Editorialistas y columnistas de éste, nuestro querido diario, se han venido preocupando por esta incorde actitud política y todos ellos han coincidido en que estos dos líderes están actuando en franca contravía de la historia. Sin embargo lo triste de esta situación es que ambos personajes parecen estar absolutamente convencidos de que al actuar así están logrando grandes réditos electorales. El nuevo tejido social que reclama esa anhelada paz debe construirse desde la mutua confianza y con las posiciones sectarias de ambos dirigentes lo que está ocurriendo es que se está menoscabando peligrosamente la poca armonía que el proceso de paz ha logrado edificar.
Estamos convencidos que en esta misión conciliadora el papel de la prensa nacional es determinante. También estamos convencidos que para poder consolidar esta tan necesaria paz política se necesita con urgencia reforzar la paz económica. Por ello nos preocupan los alarmantes signos de ineficiencia que se están columbrando en el manejo del modelo económico. Es válida en este sentido la preocupación de ciertos empresarios responsables por la ligereza que detectan en algunas medidas de política laboral y la falta cada vez más alarmante de reglas de juego claras que beneficien tributariamente a los inversionistas y, a la vez, propicien un mayor ahorro colectivo. Así mismo es imperiosa la modernización de nuestro equipo industrial y medidas cada vez más sustantivas en favor de una más franca competividad.
En resumen, todos debemos poner nuestro granito de arena en la construcción de esa necesaria paz.