La farsa democrática de hoy | El Nuevo Siglo
Domingo, 27 de Octubre de 2019

¿Cómo llamar democracia las elecciones manejadas por caciques que son los menos dignos de ser políticos, o cuando el dinero (venga de donde venga) elige al menos indicado o al más corrupto, o cuándo los candidatos están con el sol que mas alumbra? Siendo que el futuro de nuestros hijos, de Colombia, se define cada vez que tenemos elecciones ¿Cómo no votar por los colombianos que respondan a nuestra cultura: heredada de Carlomagno? Por esta razón sugiero votar por:    

-Aquel que piensa en grande, sin pisotear las ideas o razones ajenas.

-Aquel que sabe oír y escuchar: a quien sea amigo o rival.

-Aquel que sabe delegar y trabajar en equipo, sin buscar protagonismos o triunfos personales: nunca imponiendo su opinión.

-Aquel que es estudioso, culto, bien informado, curioso intelectualmente.

-Aquel que trata con el mismo respeto y atención a conocidos y extraños: pobres o ricos.

-Aquel que entiende y privilegia la educación –para todos– centrada en principios, valores universales, criterio crítico, como primera prioridad: tenga el cargo que tenga.

-Aquel funcionario que atiende los problemas y retos sin improvisar o descuidando lo fundamental de su responsabilidad.

-Aquel que maneja su quehacer partiendo de proyectos sólidos, profesionales, completos, viables, que dejan huella.

-Aquel que es prudente: busca y privilegia la Verdad, el bien para todos -el bien común- sin favorecer a particulares o soluciones improvisadas.

-Aquel que propone proyectos magnánimos, que favorezcan a todos.

-Aquel que sabe ordenar sus ideas y es coherente y consecuente con estas.

-Aquel que no improvisa o toma las cosas a la ligera, que entiende que: si algo es urgente puede esperar y si es muy urgente debe esperar (de San Josemaría).

-Aquel que entiende que la justicia debe ser para todos, por igual: dar a cada uno lo que les corresponde, sin reservas.

-Aquel que entiende que su responsabilidad, como funcionario público, como político, como ciudadano, como ser humano, se tiene que centrar en lo recto siempre, privilegiando el bien común: el de todos como unidad, sin excepciones.

-Aquel que sabe que lo justo implica la veracidad y transparencia, en lo público y lo privado.

–Aquel que ve en cada persona la voluntad de Dios, desde la fecundación espermatozoide ovulo.

-Aquel que entiende que cualquier cargo público implica la fortaleza moral: carácter, lealtad, valor, reciedumbre, de manera que su accionar sea ejemplar -cueste lo que cueste- para la comunidad, sin titubeos: amigos y enemigos.

-Aquel que es modelo para la sociedad, sin reservas: como ciudadano, como líder, como funcionario público, como miembro de una familia. Tenga el cargo que tenga.

-Aquel que valora la templanza: la virtud de la libertad, tener autodominio, señorío frente las tentaciones que se le presenten: tener el valor para decir no ante las infinitas oportunidades indebidas en los cargos públicos: favorecer a amigos, parientes; aceptar las oportunidades inmorales: económicas o afectivas...

-Aquel que lleva una vida familiar ejemplar, a toda costa.

-Aquel que cree en el Amor -presente, íntimamente, en nuestra vida– del discurso divino de Jesús: solidaridad entre todos.