Que la Organización de Estados Americanos (OEA) celebre, por decisión de la mayoría de los países del hemisferio, la reunión de cancilleres para analizar la situación de Venezuela, está implícito en su Carta, corresponde a su misión de preservar la paz, a la relación fundamental entre democracia y pluralismo, con respeto por el principio de No Intervención, absteniéndose de actuar en contra del mismo.
En una situación interna conflictiva, desesperado ante el curso de los acontecimientos y el avance del proceso militarista, con grave crisis económica, desabastecimiento de productos de primera necesidad, represión de manifestaciones de la oposición que dejan varias víctimas, inclusive de miembros de la Guardia Nacional, en medio de las divergencias profundas entre las ramas del poder, el presidente Nicolás Maduro ha decidido enfrentarse a la OEA, anunciar el retiro de Venezuela del organismo, que no puede hacerse de inmediato y tomaría casi dos años, bajo la premisa de que el ente es responsable de los males que afligen al pueblo venezolano, para distraer la atención internacional al descaecimiento de su gobierno, al fracaso de la denominada “República Bolivariana.”
La OEA no es responsable de la crisis, por el contrario dispone de elementos para colaborar a superarla. El tema de la democracia y los derechos humanos se refiere a la totalidad del hemisferio. Desde hace tiempo los ministros de Relaciones Exteriores en reunión celebrada en Santiago de Chile precisaron que “el principio del imperio de la ley debe ser asegurado mediante la independencia de poderes y la fiscalización de los actos de gobierno por órganos jurisdiccionales del Estado; que los gobiernos de las Repúblicas Americanas deben surgir de elecciones libres: que deben mantener un régimen de libertad individual y de justicia social fundado en el respeto por los derechos fundamentales de la persona humana: que el uso sistemático de la proscripción política es contrario al orden democrático americano; que la libertad de prensa, información y expresión es condición esencial a la existencia de un régimen democrático”.
El presidente Maduro al desconfiar de la OEA y verla como enemiga, agrava el problema, propicia la división en un organismo concebido para la solidaridad y la paz, se opone a los postulados con los cuales el Libertador Simón Bolívar justificó la celebración del Congreso de Panamá en 1826, para unir y no desunir. Colombia no puede rechazar la convocatoria de la reunión de cancilleres y manteniendo relaciones con el gobierno del vecino país tiene la obligación de advertir que el caos venezolano no es por culpa de la OEA, que urge un acuerdo de los sectores en conflicto.