La razón del sexo (III) | El Nuevo Siglo
Domingo, 28 de Julio de 2019

En los anteriores escritos, con este título, se expuso que la sexualidad es mucho más que el funcionamiento de los órganos genitales. Las diferencias sexuales –masculinas - femeninas– no solo existen entre los órganos sexuales, estas llegan a lo más profundo de nuestra especie y se manifiestan en dos modos de enfrentar sus vidas: sensibilidad; modo de situarse y comportarse ante la vida; modo de pensar. Sin que alguno sea mejor que el otro: son distintos. Diferencias fundamentales, necesarias, que revelan que la sexualidad afecta a todos, hasta lo más profundo (XX, XY). Tema que no se puede tratar superficialmente. 

La sexualidad, esporádica, sin contexto debido, movida, únicamente, por el deseo de placer o ansiedad, no tiene sentido y, produce insatisfacción de una experiencia vacía. Porque el sexo, esa realidad tan rica, debe prometer, siempre, algo más profundo. Y usado a la ligera, sin soporte racional, solo proporciona satisfacción efímera y, a la larga, frustración.      

 Créanlo o no, el sexo no es solo fisiología, cuerpo, sino también: sentimientos, emociones, amor, cariño, desprendimiento, compartir intimidad, inteligencia; da lugar a nuevas vidas: amarlas, educarlas… Es como una pirámide de realidades, de bienes, donde lo fisiológico -lo corporal- ocupa la base: la sexualidad madura requiere la integración de todos los aspectos humanos. Y las diferencias sexuales, hombre - mujer, tienen una misteriosa complementariedad, que va mucho más allá: el hombre busca –a veces sin saberlo– en la mujer: delicadeza, ternura, belleza, amor a los detalles, comprensión, paciencia. La mujer espera del hombre decisión, seguridad, fortaleza, acogida…, no se trata de falencias de uno y otro, se trata de las cualidades sobresalientes de uno y del otro.

Por eso, en el enamoramiento, hay sorpresa, descubrimiento de dimensiones humanas insospechadas y anheladas. Así, el sexo es mucho más que usar los órganos sexuales a la topa tolondra. Ahora, el deslumbramiento, enamorarse, es de toda la persona, no de sus atractivos sexuales: sentimientos, afecto, amor. Lo íntimo de una persona no son sus órganos sexuales. Lo íntimo de una persona es, sobre todo, sus experiencias, sus sentimientos, sus ideales, sus sueños, sus aspiraciones, sus valores: eso es lo que se desea compartir en una relación. Claramente, el hombre es capaz de darse por la razón: dominarse y controlar sus impulsos. Y así, cuando se llega a una verdadera relación personal entre hombre y mujer, eso es lo que se comparte.

Naturalmente, en la vida social se crean toda clase de relaciones entre hombre y mujer, donde no se presentan impulsos desordenados, por llamativos que sean para uno y otro. Pero, cuando estos crean una amistad especial, se interesan en llegar a lo que otro siente, piensa y desea; quieren compartir inquietudes y anhelos; cuando se valora y se busca esta amistad íntima, como exclusiva, se está hablando de sexualidad integral. Así, este enamoramiento correspondido crea un pacto, correspondido, y si se comprometen a cumplirlo de manera estable, surge el matrimonio: se crea un hogar, se crea una familia. Y la sexualidad humana se integra en una rica y completa relación de personas y la función biológica de la fecundidad se inserta en una institución natural. (Artículo de extractos de: Moral El arte de Vivir, J.L. Lorda)