EN los últimos meses el mundo entero ha sido testigo de multitudinarias protestas, que están evidenciando un profundo descontento popular. Es un grito que parece emerger de las profundidades. Y se repite en muchas latitudes, aparentemente sin conexión alguna. El caso más emblemático podría ser lo que está aconteciendo en las calles de Santiago de Chile y en otras ciudades australes.
Es, además, un caso que a simple vista no parece tener explicación alguna. Chile es un país que está creciendo muy por encima del promedio latinoamericano. Tiene un gran nivel de vida, casi comparable a muchas naciones del primer mundo. Su ingreso per cápita es realmente envidiable y su estabilidad política venía siendo ejemplar hasta la fecha. Sin embargo, de un momento a otro, la sociedad en su conjunto parece estar muy descontenta.
Es una verdadera revolución de las expectativas. De las expectativas insatisfechas.
¿Qué es lo que en verdad está sucediendo? El presidente Sebastián Piñera se ha mostrado abierto al diálogo y a las soluciones, incluso ha propuesto una reforma a la Constitución que viene de la década de los ochenta, cuando se aprobó plebiscitariamente para facilitar el tránsito a la democracia y el abandono del poder por parte del dictador Augusto Pinochet. Piñera lo ha intentado todo, incluso la aprobación de un paquete de medidas sociales que mejora en un veinte por ciento las pensiones y rebaja las tarifas de servicio público. Ha cambiado a un tercio de su gabinete y está buscando un nuevo pacto social. Colombia no ha estado ajena a este tsunami continental y para el próximo 21 se ha convocado a un paro general.
Detrás de la crisis producida por la renuncia del ministro de Defensa, Guillermo Botero, se han evidenciado graves falencias de gobernabilidad. Pero sobretodo falencias de criterio, En pleno siglo XXI y en pleno auge de las tecnologías de la información y de las comunicaciones es imposible pretender que un episodio tan delicado como la muerte de siete menores le pueda ser ocultada a la opinión pública.
Gobernar es informar. Gobernar es comunicar. Gobernar es compartir responsabilidades en delicadas situaciones. Todo esto y quizás mucho más fue lo que le faltó al gobierno en el manejo de estos delicados acontecimientos. ¿En dónde estuvo el cortocircuito? ¿Cómo una situación tan grave le fue ocultada al presidente Uribe, tan celoso del buen manejo de las situaciones difíciles?
Pasando a otro tema, igualmente conflictivo, no se entiende porque Colombia cambió tan bruscamente su tradicional política de buenas relaciones con Cuba. Siempre hemos recelado del gobierno revolucionario, pero creemos que no es bueno atizar confrontaciones que a la larga nos complican nuestra política exterior. No podemos regresar a los tiempos de Turbay Ayala. Creemos que el diálogo y el entendimiento mutuo son el mejor camino.