¿La sinrazón juvenil? (II) | El Nuevo Siglo
Viernes, 16 de Julio de 2021

Y la historia se repite: la juventud no se da por vencida, los manifestantes no dan su brazo a torcer y el gobierno no da en el clavo: la Rama Ejecutiva no ha entendido las razones de las marchas. Pretende solucionar el gravísimo momento histórico de nuestra historia, con discursos “veintejulieros”, con verdades a medias y pañitos de agua tibia.

Claro que los jóvenes tampoco ven la dimensión histórica de su protesta. No saben adónde ir: no obstante, su buena intención, valor, optimismo, trasparencia, ilusión, sus sueños, su desesperación por el hambre de la mitad de los colombianos. Su soledad, su futuro oscuro; las ideologías sin pies ni cabeza, promovidas por mayorías ignorantes. Esto, mientras que los padres (cuando los hay) y las madres de familias luchando, todos los días, por temer como alimentar a sus hijos o hijas, cuando escasamente pueden atenderlos por la fatiga del trabajo, las distancias que recorren para llegar a la “casita” para preparar algo de comida y dormir…

En fin, la juventud sigue manifestándose por las calles -con sus bailes, cantos, pancartas, slogans…- mostrando su evidente optimismo y justo. “… los jóvenes se resienten muchísimo porque han nacido y crecido en una sociedad que ha hecho de la cultura del rechazo su paradigma por excelencia: usar y botar... los jóvenes piden ser escuchados y nosotros tenemos el deber de escucharlos y acogerlos, no de explotarlos. (…) Hay que hacer que se conviertan en protagonistas o, mejor dicho, permitir, que se conviertan en protagonistas… Si queremos dialogar con un joven debemos ser flexibles, y entonces será él quien se ralentice (abrirse): para escucharnos, será él quien decida hacerlo (…)

Pero, los adultos a menudo desarraigan a los jóvenes, extirpan sus raíces y, en lugar de ayudarlos a ser profetas por el bien de la sociedad, los convierten en huérfanos y en desarraigados. Y, una sociedad hecha de personas y de familias que poco a poco van perdiendo sus vínculos, ese tejido vital tan importante para sentirnos parte los unos y los otros, participen con los demás de un proyecto común, y común en el sentido más amplio de la palabra. Una sociedad está arraigada si es consciente de pertenecer a una historia y a otros, entendido esto en el significado más noble del término. Está, en cambio, es desarraigada si el joven crece en una familia sin historia, sin memoria y, en consecuencia, sin raíces.”

A todas estas, si no privilegiamos una educación pertinente y relevante, integral, regionalizada; personal, personalizada, personalizante; centrada en investigación de punta, según las diferentes vocaciones geográficas, regionales de cada joven; si no tenemos ferrocarriles para exportar nuestros productos; no hay forma de salir del atolladero en que estamos.

Y ojo, si a los universitarios les regalamos sus estudios estos serán otros cerebros fugados y nos quedaremos con el pecado y sin el género. Otra cosa es negociar: si se quedan el Colombia y en su región de origen -al menos cinco años después de graduarse- se le condonaría la deuda y se le financiaría sus proyectos.