La soledad de Arauca | El Nuevo Siglo
Lunes, 10 de Enero de 2022

Arauca resume la tragedia de tantos territorios abandonados a su suerte. Su población recibió el año nuevo atrapada entre el fuego cruzado de las disidencias de las Farc y el Eln. Son pueblos enteros confinados y atemorizados. En los ríos que fluyen hacia el Orinoco se trafica con gasolina, licores, cigarrillos, cerveza, alimentos y personas, además de drogas. El control de esta actividad es la que se disputan a muerte los armados arriesgando la vida y la integridad de los civiles.

Los combates suceden en el piedemonte, en los municipios de Tame, Fortul, Saravena y Arauquita, en la frontera con Venezuela; una zona históricamente en disputa entre estos dos grupos. Primero llegó el Eln, que se instaló allí para extorsionar a la industria petrolera, luego llegaron las Farc y empezó la tensión. La región vivió un ciclo de violencia aguda entre los años 2005 y 2011 que terminó cuando las guerrillas sellaron un pacto de no agresión y, en ausencia efectiva del Estado, acordaron dividirse el territorio. Luego, en el marco de la negociación del acuerdo, y con el cese al fuego de las Farc, la región logró una mayor tranquilidad. La situación cambió drásticamente al reanudarse la pugna con las disidencias. El enfrentamiento ha vuelto a escalar y ahora traspasa la frontera hasta azotar al Estado de Apure, en Venezuela.

Esta, como tantas otras, es una tragedia anunciada. Desde el 2019, la Defensoría del Pueblo viene alertando sobre el incremento de los asesinatos, la extorsión, el reclutamiento de menores y la instalación de artefactos explosivos. A pesar de los llamados, la presencia institucional sigue siendo muy débil y, aunque cada vez hay más fuerza pública, es un hecho que el Estado no logra tomar el control del territorio. La población, atrapada en el infierno de la violencia, sigue estando a merced de los armados. Ese es el abandono, de eso se trata la soledad de tantos pueblos en Colombia.

Por si fuera poco, el resto de la sociedad también les da la espalda. A pesar de la gravedad de los hechos que han puesto en riesgo a miles de personas, no hay una expresión de rechazo, masiva y contundente, por parte de la ciudadanía. Están solos. El horror ocurre a la luz del día, frente a todos, y no parece importarle a nadie. No hay marchas, ni comunicados, ni es tendencia en las redes sociales, ni hay avatares, ni etiquetas, ni brazaletes, ni lazos, ni pañuelos, ni banderas a media asta. Nada. Ni una sola señal que indique que el país se conduele y acompaña a la gente de Arauca en su dolor.

Es la misma soledad de Mapiripán, de El Salado, de Bojayá y de tantas otras poblaciones condenadas a los guerreros y a mil guerras, todas ajenas. Es el desamparo del Estado, la indiferencia de la ciudadanía y la inconsciencia de quienes consumen drogas ilícitas, compran artículos de contrabando y atizan el infierno. La soledad de Arauca no es más que la indolencia de todos los demás.

@tatianaduplat