La verdad en la educación superior | El Nuevo Siglo
Viernes, 15 de Junio de 2018

En mi calidad de rector de la Universidad Católica de Colombia asistí a una reunión del Grupo Columbus, con la universidad Complutense de Madrid como anfitrión (1999). Se trató de dos o tres rectores de diferentes universidades de países de Europa, igual de países hispanoparlantes. La idea era intercambiar experiencias y novedades de cada universidad.

Para mí fue asombrosa la generosidad de los rectores europeos. Sin muchos discursos y protocolos, desde la primera sesión nos ofrecieron todo tipo de programas, para todas las carreras y para diferentes niveles, y la hospitalidad fue digna del evento. Además nos ofrecieron profesores y libros estupendos, y becas para nuestros profesores. No es fácil ver una generosidad igual entre nuestras universidades americanas. Y aprovechamos los eventos sociales para invitar a nuestros nuevos amigos a nuestros países.

Pero, al tercer día de reuniones levanté la mano para hacer una observación: dije que me sentía en el lugar equivocado: comenté, con respeto y humildad, que me preocupaba que estábamos recibiendo regalos como en una piñata: recibir lo ofrecido sin beneficio de inventario. Parecía que no sabíamos si lo ofrecido podría ser una equivocación o si respondía a nuestra cultura, necesidades, objetivos institucionales, y programas. El silencio me dejó súbito, hasta que el rector del Externado de Colombia, Fernando Hinestrosa, pidió la palabra.

Este rector, conocido como formidable orador, abogado brillante y político prestigioso, pronunció un discurso que me dejó mudo: “en el Externado de Colombia toda conocimiento es verdad, todo saber es verdad, en el Externado nunca filtramos los saberes, nuestra razón de ser es la verdad. Resalto la observación del rector de la Universidad Católica porque su observación es lo que nos diferencia”. El silencio me llevó a pensar “cúbreme tierra”. Entendí que mi intervención no fue afortunada: lo que quise decir fue que las universidades tienen que tener un proyecto de país propio, una cosmovisión, una axiología y una antropología que defina a cada una: la vocación propia. Esto no es cerrar las puertas a la verdad, es buscarla investigando, es compartir la búsqueda de la verdad con los alumnos, es procurar el crecimiento humano de los alumnos procurando el bien común, el desarrollo de las regiones en donde esté cada universidad, eso es ser universidad. Cada universidad tiene que marcar a la respectiva región con respuestas, puntuales, según las necesidades locales: culturales, económicas y sociales.

Pero este episodio no terminó con mi sorpresa. El anfitrión, rector y presidente del evento, tomó la palabra, y, con un tono solemne y ponderado, dijo algo así: “quiero pedirle disculpas al rector de la Universidad Católica de Colombia. Señor rector, usted tiene la razón, hace quinientos años Europa hizo lo que nosotros hemos estado haciendo estos último tres días, acabamos con la cultura de un continente. Usted no se equivoca, tenemos que dialogar, conocer las realidad de los otros, concertar proyectos, compartir las experiencias y las realidades de cada país. Esta es la razón del Grupo Columbus”.