Uno de los espectáculos más estables de Colombia, fuera de las temporadas de las orquestas filarmónicas y sinfónicas de carácter público, es el de “Las Clásicas del Amor”. Este espectáculo se aproxima a sus cuarenta años de existencia y ha sido bautizado como “El mejor espectáculo musical de América Latina”. Fue creado por Carmiña Gallo y Alberto Upegui, quienes respectivamente cumplen este año veinte y diez años de haber fallecido.
Las Clásicas, desde 1995, a través de la Corporación Carmiña Gallo, ha realizado más de 800 conciertos en dos auditorios de Bogotá y cerca de 3500 adicionales en presentaciones a lo largo y ancho del país. Vale destacar al Coro Filarmónico de la Corporación Carmiña Gallo, integrado por dieciséis voces. Ofrecen igualmente la participación de trece solistas provenientes de las voces formadas en el Coro, junto a ocho solistas permanentes de alta jerarquía artística y la Orquesta Digital de Clásicas del Amor, integrada por cinco maestros, bajo la dirección general de Yéner Humberto Bedoya y la dirección coral a cargo del maestro Óscar Vargas. Tal vez ningún espectáculo, salvo los que tienen temporadas permanentes durante años en los hoteles de Las Vegas, ha tenido tantas presentaciones como “Las Clásicas del Amor”, con sus cerca de 200 estrenos o reestrenos de piezas musicales cada año, que forman parte de las casi diez mil que integran su archivo musical.
Recuerdo, de niño, las grandes obras que llegaban a Tunja en su Festival Internacional de la Cultura, donde pude escuchar a la maestra Carmiña Gallo, considerada como la cantante colombiana más notable y completa de todos los tiempos. Graduada en canto y en dirección de coros en el Conservatorio de la Universidad Nacional de Colombia, se especializó en canto y arte lírico en el Conservatorio de Santa Cecilia de Roma. La maestra Gallo grabó cinco discos, dos de ellos galardonados: uno para la OEA, como parte del lanzamiento de su Colección de Música Latinoamericana, y otro de folclor colombiano, que le mereció el Premio Ondas de la OTI. En 1997, recibió la Orden de la Democracia Simón Bolívar y, desde 1983, fue la Embajadora Cultural ad honorem de Colombia en Italia, título que mantuvo hasta su fallecimiento en 2004.
Por su parte, al doctor Alberto Upegui Acevedo, exdirector de la Radiodifusora Nacional de Colombia, fundador en 1970 del Festival Internacional de Ópera de Medellín, gran amigo del insigne humanista David Mejía Velilla, lo conocí siendo un joven profesor en 1993, cuando impartió un curso de apreciación musical en el Departamento de Humanidades de la Universidad de La Sabana. Upegui no solo contribuyó al legado artístico del país, sino que también dejó una huella indeleble en la formación de nuevas generaciones de músicos y amantes de la música. Su pasión y dedicación a la difusión de la música clásica y lírica han sido fundamentales para el enriquecimiento cultural de Colombia.
Upegui y Gallo, a quienes verdaderamente se les ha de dar el título de gestores culturales, cuando se alzó el telón el 20 de agosto de 1976 para presentar La bohemia de Puccini, fueron los padres de la Ópera de Colombia.