En medio de la corrupción, del detrimento patrimonial del Estado, de las lágrimas de cocodrilo, de los golpes de pecho, de las confesiones contradictorias, de la explosiva mezcla de sobornos y desempeño de cargos públicos, en el inicio de la campaña electoral, debemos pedimos que se incorpore a cualquier programa de gobierno el objetivo de la probidad estricta para que no acabe de derrumbarse la moral pública, necesitamos manos limpias en la administración y en la política.
Es notorio que los partidos olvidan su misión, el afán no reside en la concepción del poder como instrumento de servicio a la ciudadanía, sino de herramienta para el enriquecimiento ilícito. El daño causado es enorme. Que los jóvenes ocupen su lugar es invitación imprescindible, los hay preparados, pueden participar en la actividad pública, existen profesionales probos con calidades que, sin embargo, no lo hacen por temor, forman parte de la alternativa de las manos limpias, merecen respaldo si deciden lanzarse a la actividad pública.
Es cierto que ello es difícil, los medios repiten los mismos nombres gastados, obviamente los usufructuarios de beneficios injustos no se van a retirar sin patalear para permitir su reemplazo por personas idóneas integrantes de un movimiento de rescate moral, pero el descontento cunde y millones de colombianos, anhelamos esa contribución.
Acaba de renunciar el vicepresidente Germán Vargas Lleras para ser candidato después de un exitoso trabajo en el área de infraestructura, especialmente de vivienda y de construcción de autopistas, buen ejecutor, su posibilidad la observamos, le corresponde rodearse bien, conformar cuadros con manos limpias, asegurarse de que no haya filtración de adeptos interesados en percibir posteriormente lucro indebido, los manos sucias no sirven y este empeño conviene que lo adopten otros aspirantes honestos dispuestos a intervenir en un certamen democrático libre de presiones, equitativo, con la expresión de ideas creativas y planteamientos susceptibles de convertirse en realidad que tiendan a la conquista, en paz, de una sociedad más justa e igualitaria.
Repito con un ilustre ex presidente frente a la inmoralidad, expresada en forma diáfana hace lustros, “esta debe ser la hora de las manos limpias, si se quiere salvar el prestigio y el bienestar de la Nación. En todos los países se registran graves escándalos administrativos; ellos no son síntomas de irremediables males, sino lamentable efecto de la triste condición humana. Lo que si constituiría síntoma de corrupción general y de intensa degeneración, sería que no se hiciese un supremo esfuerzo por descubrir esos escándalos, o, todavía peor, que descubiertos no se les aplicase el cauterio enérgico de un castigo ejemplar.” Eduardo Santos. Julio de 1925.