“Iglesia, seria institución para canalizar ayudas”
Me escribe un párroco de Bogotá lo siguiente: “Vale decir que la ayuda de la Iglesia es la única que ha llegado a los habitantes del barrio, aparte de los refrigerios a los estudiantes. Esta parroquia ha entregado a los pobres, con motivo de la pandemia, 900 mercados y 1000 pollos. La ayuda ha venido de los bienhechores de la parroquia y del banco de Alimentos de la Arquidiócesis de Bogotá”. Y muy seguramente la mayoría de parroquias de la ciudad, del país y del mundo, están en idéntico plan. Es que esa ha sido su tarea habitual, ayudar, solo que ahora se intensifica la labor, sin hacer mucho ruido, sin llamar a la revolución desde una soleada isla caribeña y sin criticar a los que también están haciendo lo que pueden, aunque no sea todo lo necesario.
Los católicos deben saber que siempre han tenido las parroquias a su servicio. Pero en este momento encuentran en ellas una institución muy seria para canalizar ayudas en favor de los más pobres. Como lo señalé arriba, esto es parte de nuestra labor de todos los días, con o sin pandemia, lo mismo que de la labor de las diócesis y arquidiócesis. Todos los días golpean los pobres a las puertas de las parroquias en busca de ayuda y generalmente reciben algo importante. A veces, llega gente aprovechada, pero también sabemos lidiar con ella. Las parroquias, o mejor dicho, los párrocos y demás sacerdotes, sabemos perfectamente en qué consiste ayudar al que tiene hambre, al que no tiene para el arriendo, al que no tiene para unas medicinas o al que no tiene plata para el bus. Todo esto me permite afirmar que quien quiera ayudar hoy en día a los más pobres, puede acudir a su parroquia para canalizar esos recursos. Hay que distribuirlos en orden y con cuidado porque de lo contrario el tema termina en amotinamiento. Tal cual.
Por otra parte, la Iglesia en sus instituciones como parroquias, bancos de alimentos, casas de refugiados, comedores comunitarios, a la hora de ayudar, es de una agilidad y sencillez sorprendentes. Nada de colas ni de formularios. Nada de fotocopias ampliadas al 150%. Nada de certificados del Sisbén ni recomendaciones de nadie. La clave para que esto sea así es que la Iglesia y en concreto la parroquia está en el lugar de los hechos. No está en CAN, no está en la Plaza de Bolívar, no está en Cuba. Por ejemplo, en Bogotá está en algo así como 500 lugares diferentes. Por tanto, conoce la situación de la gente de primera mano y no por estadísticas del Dane ni por los chalecos azules de la alcaldía. Toda esta perorata, simple y llanamente, para contarles a los católicos y a otras personas que quieran ayudar a los pobres, que sepan que en sus parroquias encuentran la forma concreta, rápida y oportuna de hacerse solidarios. Y esto es lo que manda el santo Evangelio del primer al último capítulo. Ayudar equivale a decir fe comprometida con la realidad.