Pluralismo político. Diferencias de pensamiento. Libre debate. El mercado libre de las ideas. Ausencia de censura. Son diferentes maneras de referirse a un tema central de la vida democrática que es el de la libertad de expresión. Así como no se concibe un régimen autoritario, una dictadura, o un gobierno comunista con libertad de expresión. Impensable. Estos tipos de gobierno abominan la libertad en todas sus formas, pero principalmente la libertad de expresión. Y una democracia es exactamente lo contrario. Reclama, necesita, promueve, estimula, tolera, respeta, la libertad de expresión porque ella es la que permite el pluralismo político, la que propicia el desacuerdo y lo canaliza por vías civilizadas y legítimas. Si algo ha debilitado las democracias contemporáneas es precisamente el manejo abusivo de las redes sociales. Es que la libertad de expresión supone un manejo responsable. No se trata de decir cualquier cosa así ésta resulte falsa, calumniosa, ofensiva, denigrante y todos los conceptos que se le parezcan.
Colombia es un país estéril para la censura. Así lo consagran algunos textos de distinguidos historiadores. El más reciente recuerdo es el del gobierno de Gustavo Rojas Pinilla que clausuró el periódico El Tiempo y lo propio hizo con El Espectador. Fue un intelectual corajudo, el fundador de la Universidad de los Andes, Mario Laserna, quien inmediatamente fundó un periódico que denominó El Mercurio que circuló por varios meses y ello como una manera de contrarrestar, por no decir desafiar, una decisión dictatorial.
La publicación de diarios oficiales, que también ocurrió en esa época, no debería repetirse. Y entiendo que hay formaciones que hablan de dos diarios oficiales por falta de uno. Eso no está bien. Como no lo está el tema de la pauta publicitaria, en ocasiones exagerada, del gobierno nacional y de los gobiernos subnacionales. Que el gobierno tenga que pagar para poder promover sus programas o informar a los ciudadanos sobre las oportunidades que ellos tienen, por ejemplo, para ingresar gratuitamente al sistema educativo en sus diferentes niveles o para aprovechar el sistema de salud, o el régimen pensional, o la posibilidad en la contratación pública y de otros beneficios y oportunidades nunca me ha parecido que deba ser objeto de una publicidad pagada y la existencia de una emisora o canal de televisión oficial, independiente del gobierno o de otros factores de influencia, es una propuesta que siempre ha dado lugar a debates y que no logra, las más de las veces, su real objetivo.
La BBC de Londres es un ejemplo universal y cada día son más las críticas que se formulan por la ausencia de independencia o por los silencios o las complicidades. Nada fácil. Lo que sí es indispensable es mantener una actitud muy despierta frente al desempeño de los medios de comunicación tanto los privados como los oficiales. Frente a estas dos formas de expresión es necesario mantener una actitud muy crítica y una permanente exigencia de objetividad, transparencia, apego a la verdad y a la imparcialidad. Nada fácil. Un apreciado embajador estadounidense recomendaba que al presidente Chávez había que juzgarlo por lo que hacía, pero no por lo que decía. Creo que el paso del tiempo demostró que eso era un error. No se puede despreciar la palabra presidencial. En estos países el presidente juega un papel y ejerce una influencia que va mucho más allá de lo que dice la Constitución. Sus palabras pueden ser más influyentes que una norma legal, en algunos casos. Está bien entonces que expresiones fuertes o injustas o descalificadoras del presidente se miren con ojo muy crítico porque se corre el riesgo de que ellas se traduzcan, en realidad, en muy dolorosas e irremediables.