El servicio sacerdotal nos hace entrar todos los días, dondequiera une se encuentre, con el pobre. Su queja fundamental es sencilla y dramática: “La plata no alcanza”. Y por eso sus temas fundamentales son el costo del transporte, el de los servicios públicos, las medicinas, la libra de papa y todo lo que se refiere a su supervivencia.
Yo me pregunto, sin ser ni aspirar a ser economista, por qué razón es que no le damos todo el dinero al trabajador y no lo dispersamos por todas partes como si él no supiera administrarlo. ¿Será un disparate pensar en que al mísero salario mínimo le añadiéramos todo lo demás? Los demás es: lo que giramos a los fondos de pensiones, lo que giramos a las cajas de compensación salarial, lo que giramos al Sena, lo que giramos al bienestar familiar, las vacaciones, las primas, más lo que yo no conozca. Que el trabajador reciba más dinero en efectivo y que lo administre en su leal saber y entender.
Si cada trabajador tiene más billete en el bolsillo puede mejorar sus condiciones de vida directamente y diariamente, no cada seis meses por la prima o al final del empleo con sus cesantías. Que reciba cada mes más dinero y que se organice como mejor le parezca. Tiene que ser capaz de hacerlo. Y que ninguna institución reciba su dinero directamente pues esta es la causa de todos los abusos y corruptelas: instituciones de protección social, de salud, de recreación, etc, reciben miles de millones cada mes sin salir a ganárselos. Sería mucho mejor que todo el dinero llegue al trabajador y que cada institución mire a ver cómo se los gana ofreciendo cosas buenas, útiles y necesarias. Además, con esto se evita esa gran injusticia que nadie cuestiona: con la plata de trabajadores sencillos, las instituciones pagan a sus directivos unos sueldos escandalosos. ¿Alguien nos podrá contar cuánto ganan quienes manejan las pensiones o las cajas de compensación o los sindicatos o el bienestar familiar?
Me imagino ya un paternalista pensando que un trabajador no sabría qué hacer con “tanta plata”. Problema de él. Si la usa bien, magnífico; si se la bebe toda, problema de él. Pero hay que liberar al sencillo trabajador de la esclavitud de contar monedas a diario para sobrevivir. Y esta liberación podría pasar también por educarlos financieramente. Y el Estado, atento a los que realmente necesitan apoyo, subsidio, refuerzo. La verdad es que la gran mayoría de los pobres son unos magos para administrar la plata y por eso todavía sonríen. Y con toda seguridad si tienen más efectivo en el bolsillo sus pensamientos tomarán forma de vivienda, de estudio, de afiliación a salud donde los cuiden bien y de hacer lo que mejor les parezca, no lo que los planes de promoción social les venden. Quien tiene dinero para sus necesidades más importantes suele hacer cosas importantes. Y se le alegra un poco el alma y ya no le causa tantas cosquillas la riqueza ajena. Es hora de pasar a una nueva era en la relación capital – trabajador: lo que es de él, es de él y que haga con su dinero lo que a bien tenga y que no se lo den a cuentagotas porque coge forma de piedra. Lo que necesita es billete, dijo el costeño.