En toda democracia cuando se trata de elegir presidente y vicepresidente se asumen riesgos, pues es necesario asegurar su estabilidad, sus instituciones, y quizás, lo más importante, el destino de los derechos y garantías fundamentales de los ciudadanos, consagrados en un Estado Social de Derecho.
Teniendo en cuenta el impacto de las decisiones que deberán tomar, es imperativo revaluar los requisitos para ser presidente y vicepresidente.
Ellos deben tener altos estándares éticos, contar con una buena experiencia política, un alto nivel académico, ser hábiles, capaces de interactuar con todos los actores sociales, y que posibiliten la eventual solución de los conflictos sociales, para fortalecer la institucionalidad.
Todas estas actitudes deben estar supeditadas a la dignidad humana como valor superior, principio guía del Estado.
La Corte Constitucional establece entre sus principios fundamentales el respeto de la dignidad humana que debe inspirar todas las actuaciones del Estado: “Los funcionarios públicos están en la obligación de tratar a toda persona, sin distinción alguna. La integridad del ser humano constituye razón de ser, principio y fin último de la organización estatal” (Sentencia N. T-499/92).
Teniendo en cuenta estas condiciones, el pueblo en su buena fe eligió a Francia Márquez, vicepresidenta de Colombia. Era el momento de exaltar la población afrocolombiana.
Se tenía la idea de que Francia Márquez representaría los grupos humanos en su descendencia histórica, étnica, cultural africana nacida en Colombia, con su diversidad racial, lingüística y folclórica.
Pero los colombianos acongojados y decepcionados sintieron que sus esperanzas quedaron en el aire. La vicepresidenta optó por mandar a la quinta porra a quienes le solicitaren un comentario sobre su vida y trabajo.
Con este carácter, para nada se constituye en una auténtica representación de la comunidad afrocolombiana.
Y menos cuando advierte: “fui empleada en casa de familia, ahora soy vicepresidenta con once millones de votos, si no les gusta, de malas…”
Se equivoca al descalificar a las empleadas domésticas, humildes mujeres que hoy son ejemplo de unidad y servicio familiar, que trabajan honestamente para sostener a sus hijos.
¿Dónde queda la igualdad pregonada en sus desafortunadas intervenciones?
Desde luego que existen auténticos representantes afrocolombianos, ellos conforman gran parte del patrimonio cultural del país, sobresalen por su alegría y amabilidad, reconocen la dignidad humana en todo ser humano, jamás reparan en condiciones socioeconómicas.
Un verdadero representante de los afrocolombianos, entre muchos, es Luis Gilberto Murillo Urrutia, actual embajador de Colombia en Estados Unidos. Es ingeniero de Minas con maestría en ciencias de la Ingeniería, experto en política pública.
La maestra Teresita Gómez, también afrocolombiana, es una de las más queridas en el contexto musical colombiano. Fue nombrada por el presidente Belisario Betancur, agregada cultural de la embajada de Colombia en Berlín.
Colombia cuenta con dignos representantes afrocolombianos, verdaderos patriotas de quienes nos sentimos orgullosos.
Señora Vicepresidenta: Afortunadamente sus viajes en “helicótero” sólo serán por cuatro años. Y recuerde lo que decía Diomedes Díaz: “la vida es un baile en donde todos damos la vuelta”