Da verdadera tristeza comprobar como el Servicio Nacional de Aprendizaje, SENA, se ha convertido en un fortín de una clase política sin clase. Y mucho más al ser testigos de esa batalla campal de mutuas acusaciones que se libra entre la destituida directora general de esa entidad, María Andrea Nieto y el actual secretario general de la Presidencia, Alfonso Prada. Qué lejanas aquellas épocas cuando Rodolfo Martínez Tono lo creara y lo convirtiera en nuestro polo para el desarrollo nacional.
Era ejemplar el comportamiento de Martínez Tono frente a los embates burocráticos de los manzanillos políticos de la época y cómo se esmeraba en diseñar y desarropar un sistema de concursos que garantizara el ingreso de los más capaces y de los más comprometidos. Es verdaderamente reveladora una anécdota con doña Bertha Hernández de Ospina, esposa del expresidente Ospina Pérez: "Doña Bertha - le habría dicho entonces Martínez Tono- muy bueno su candidato, pero por favor, mándeme otros cinco, para poder seleccionar al mejor".
Martínez Tono, un joven cartagenero recién egresado de la Universidad, convenció allá por el año 1957 a su paisano el ministro de Trabajo de la Junta Militar, Raimundo Emiliani Román, de crear el SENA, siguiendo las directrices del SENAI del Brasil. Y durante los primeros veinte años de existencia y bajo sus directos cuidados lo convirtió en la joya de la corona de la administración colombiana. A tal punto que cuando el presidente De Gaulle visitó sus instalaciones en 1964, se permitió declarar: "El SENA está a la par de los más exigentes institutos de formación francesa". Eran tiempos extraordinarios a los que puso punto final el entonces Presidente López Michelsen al retirar intensamente a Martínez Tono de la dirección, luego de haber formado el primer millón de colombianos en más de cincuenta oficios.
Lamentablemente vinieron otros tiempos y otras directrices, pero hoy más que nunca el SENA debe volver a sus raíces para poder dotar de competitividad y productividad a los recursos humanos colombianos. Es por esto que los dirigentes industriales, comerciales y agrícolas del país, que son los principales beneficiados de una excelsa formación profesional, deben cerrar filas para salvar la institución de las garras politiqueras. Infortunadamente nuestra educación clásica tradicional nunca se ha preocupado por instruir en función de los puestos de trabajo que el país demanda. Es hora de una reestructuración fundamental que la encamine definitivamente hacia las necesidades vitales del trabajo productivo.
Debemos darnos cuenta que la mejor manera de hacer que nuestra precaria paz se consolide y perdure será apuntalándola con una base sólida de trabajo productivo. Nuestro partido conservador, que tan presente estuvo en la creación del SENA, apoyando a sus copartidarios Martínez Tono y Emiliani Román, debería volver por sus viejas glorias y dedicarse ahora con fervor y eficiencia a enrumbarlo de nuevo hacia sus metas fundacionales.