“Mejorar educación pública nos concierne a todos”
El 10 de octubre los rectores, profesores y un inmenso número de estudiantes de las universidades públicas, acompañados de muchos de las privadas, llenaron las plazas de las ciudades de Colombia, inclusive colmaron la Plaza de Bolívar en Bogotá. Lo hicieron con razón y en todo su derecho.
Ante todo, debemos destacar que su protesta no solo es justificada, sino que también fue pacífica y ordenada, con muy pocas excepciones que ellos mismos condenaron y trataron de reparar. Fue muy diciente ver a los estudiantes limpiar las paredes y los buses que fueron manchados por unos pocos manifestantes, encapuchados, que pretendían crear el caos.
Una protesta pacífica de un número tan grande de estudiantes es algo que habla muy bien de esta nueva generación de colombianos. Se podría pensar que es una generación que ha comprendido el valor de las acciones pacíficas, del diálogo sin atropellos, de la concordia. Quizá esta es una generación que no se dejará manosear de los políticos, ni embaucar con ideas ampliamente perversas y fracasadas.
Ojalá esto signifique que estos jóvenes no dejarán que su justa protesta se convierta en trampolín, o arma política, de cualquier líder avispado que pretenda utilizarlos como marionetas en su circo, (léase Petro).
Su protesta debe abrir los ojos de la nación a la realidad de las deficiencias que ponen en peligro el desarrollo de las universidades públicas; la cobertura de su oferta, la cantidad y calidad de sus docentes, su capacidad de desarrollar investigaciones de primera línea y crear confort y belleza estética en sus sedes.
Qué quede claro, los problemas que enfrenta la educación universitaria no son banderas que deba capitalizar la izquierda o la derecha. Su debate y solución deben unir a la nación, deben ser bandera nacional.
La mejora de la educación pública nos concierne a todos, no importa nuestra orientación política, sexo, raza o creencias religiosas. A todos nos atañe que cada joven colombiano pueda obtener una educación universitaria de calidad en un lugar amable, bien dotado y acompañado por docentes bien calificados, de meritoria preparación, que se sientan honrados de ser profesores universitarios en Colombia.
Los tratados de paz se llevaron el aire y el presupuesto de los ocho años del gobierno de Juan Manuel Santos. En ese gobierno hubo visión de túnel y, peor aún, despilfarro gravísimo que dejó un hueco fiscal en la nación de varios billones de pesos.
Iván Duque tendrá que hacer milagros para encontrar dinero que sane los problemas encontrados ¿De dónde sacar fondos para inyectar a las universidades, por lo menos parte de lo que se requiere para ponerlas al día? Algo en mora de hacerse por décadas.
En muchas naciones se ha recurrido a la ayuda de la comunidad, los industriales, los particulares. Mundialmente muchas sedes, sus jardines y sus edificios son mantenidos o donados por fundaciones privadas. El cobro de estampillas especiales, el impuesto al tabaco y al alcohol, y la promoción de donaciones de particulares son una gran ayuda.
No me cabe duda de que Iván Duque, el Presidente más joven que ha tenido el país -quien afirmó: “entiendo la angustia de muchos jóvenes, yo los entiendo…”- encontrará soluciones. Ya el Gobierno les adjudicó a las universidades, 500 mil millones de pesos adicionales. Es un buen comienzo.