La consejería es un buen escenario para tomarle el pulso al mundo y a las situaciones del diario vivir que pesan sobre la gente. Tengo la percepción de que empieza a ser notable una nueva realidad para los hombres, ante la aparición decidida y fuerte de la mujer en todos los campos de la vida. Esta nueva situación ha puesto frente al hombre una mujer mucho más interesante, desarrollada, segura de sí misma, que aporta todo su ser a la realidad hombre-mujer. Seguramente esto ha significado que muchos hombres se sientan hoy en día más acompañados, mejor complementados, menos necesitados de ser una especie de superhéroes a cargo de todo, sabiendo que la mujer que está con él tiene mucho que aportar y maneja muy bien diversos aspectos que son propios de su condición femenina.
Pero en la consejería también estamos escuchando hombres un poco perdidos o anulados en esta nueva forma de ser las cosas. Perdidos, sobre todo aquellos que ni siquiera habían pensado en la posibilidad de que las mujeres entraran de lleno a asumir todo lo que la vida les posibilita y ofrece. Un poco anulados los que no saben de qué manera vivir la vida en condiciones de igualdad con la mujer y por tanto han dado un paso hacia atrás, prácticamente en busca de una trinchera, quizás a la espera de que todo sea como antes, cosa harto improbable. Y casi borrados del mapa están algunos hombres que han salido de la vida laboral y que, por no producir por largo tiempo, terminan casi que sin ser determinados por la mujer y si les va bien, se hacen cargo de la casa. Pero esto tampoco es algo que fascine a la mayoría de las mujeres: ver a su hombre, como dijo alguna, con delantal y trapero. Se pierde la admiración.
Buscar el equilibrio, dirían los que hacen estiramientos en el parque o en el salón del edificio. Umm, umm. Sí. Ni desaparecer al hombre ni dejarle todo a la mujer, que, además de ser una gran trabajadora, sigue siendo esposa y madre y entonces su sobrecarga resulta muy pesada de soportar. Sería un error que, por darle a la mujer todo lo que se merece y le es propio, se sacrifique al hombre. Ambos son necesarios y han sido creados para complementarse; están invitados a ser ayuda y compañía, uno del otro. Y las buenas parejas de siempre corroboran la importancia del equilibrio, el papel de cada uno y cómo se pueden encontrar día a día con alegría, para crecer juntos. No hay necesidad de aniquilar ni desaparecer a nadie. Ni siquiera a los hombres que andan despistados. Para algo deben ser buenos, para algo deben servir. ¡Sin duda!