Hipnotizante, apasionante, emocionante, eso y mucho más es presenciar los Juegos Olímpicos. Ver a jóvenes de tantas naciones desplegar lo mejor de sus capacidades, en un ambiente de cordialidad, es ser testigos de algunas de las mejores cualidades del ser humano. En cada momento de cada competencia presenciamos su coraje, su entereza y, sobre todo, su perseverancia, para obtener la excelencia.
Estos atletas nos hacen sentir poderosos, partícipes de una raza superior capaz de romper todos los parámetros, de llegar a metas nunca conquistadas, de soñar en grande y lograr sus sueños. La excelencia atlética es, sin duda, el reflejo de lo que puede hacer un hombre o mujer cuando se lo propone.
Nada más emocionante que ese vuelo sobre el agua cuando un nadador salta a la piscina, o las maravillosas acrobacias de una pequeña gimnasta, o el poder de un clavado en voleibol cuando remata un punto, o ver templar los hermosos músculos de un levantador de pesas cuando sostiene su increíble carga.
No hay un solo deporte que no nos deje materialmente sin aire, por su belleza y precisión. Bien conocemos los esfuerzos hechos, por años, para llegar a competir en una olimpiada, no solo por el atleta, también por su familia, su entrenador y su equipo.
Cuando veo a estos jóvenes los imagino como niños, madrugando al romper el día para alcanzar a entrenar unas horas antes de comenzar sus deberes como estudiantes; los veo salir al término de su jornada escolar a entrenar unas horas más, mientras sus compañeros descansan o socializan.
Son muchos años de sacrificios, de disciplina sin tregua. La excelencia tiene un alto costo, que cada atleta conoce y acepta. Ni se diga el costo económico que cada diciplina conlleva: los entrenadores, médicos especializados, terapistas, equipos, uniformes y, no sé cuántas cosas más.
Sin embargo las Olimpiadas tienen graves problemas de equidad. Indudablemente, los atletas de los países ricos la tienen mucho más fácil que los de los países pobres. Mientras unos encuentran apoyo de sus gobiernos y de patrocinadores pudientes; a los otros les toca una ardua lucha para cubrir los costos más básicos de su entrenamiento; comenzando por los equipos necesarios, como los costosos arcos y flechas para arquería, las raquetas de tenis y ping pong, rifles de precisión, bicicletas y patines especiales, hasta los cascos, zapatos y guantes, especiales para cada deporte…En fin, cada pieza de equipo indispensable para obtener los mejores resultados.
Esto es algo que el Comité Olímpico podría hacer más equitativo. Los juegos mueven muchísimo dinero, de ese dinero cierta cantidad debe designarse para los atletas económicamente menos favorecidos. Fondos especiales para compras de equipos atléticos, uniformes, pasajes, becas para entrenar, créditos blandos; en fin, los expertos dirán. En eso estoy de acuerdo con los críticos de los Olímpicos y creo que nosotros, el público, debemos presionar a que esto suceda.
Soy una gomosa de los Olímpicos, no quisiera ver crecer un movimiento en su contra. El mundo perdería mucho si los acaban. Es muy bello ver a jóvenes, mujeres y hombres, llenarse de honor y gloria. Admiro a cada uno de ellos, los que ganan y los que pierden. Lloro con ellos de felicidad o de tristeza, especialmente cuando son colombianos. ¡Bravo por los atletas y las Olimpiadas!
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