En un Festival de la Ciencia en toda Rusia, celebrado en Moscú, un robot (Nauka 0+) que jugaba ajedrez contra un niño de siete años cogió una de las piezas blancas del niño y cuando este intenta hacer un movimiento le agarra el dedo y se lo rompe, como aparece en un vídeo compartido en las redes sociales. Las explicaciones que dio el presidente de la Federación de apellido Lazarev resultaron casi cómicas pues no sabía si culpar a los programadores de la máquina o al propio niño. Sería provechoso saber que enseñanzas jurídicas podrían derivarse de un asunto así. Lazarev concluyó el asunto diciendo que “esto por supuesto es malo”. Lo que recuerda la broma: “Raro el francés que dice lo obvio, el suizo que discute, el italiano que, no.” Su eslogan para el evento dirigido a los jóvenes había sido “vengan a jugar”.
Los aficionados al juego ciencia, nos admiramos de la felicidad que la técnica digital ha dado. Permite hoy jugar con otras personas de cualquier parte del globo, a cualquier hora. Y los algoritmos escogen los contrincantes según su nivel del juego, que va subiendo o bajando según el resultado de las partidas. Desde luego la inteligencia artificial derrota hoy a cualquier humano. Algo que en los años setenta los humanos nos negábamos a aceptar. Y sin embargo de vez en cuando (es muy raro) un maestro logra hallar patrones que se le escapan a los superordenadores.
No obstante, el ajedrez no es un deporte pacifico. Robert Fisher decía que él no era buena persona sino alguien que quería romper el ego de sus contrincantes.
Ahora hay un pleito millonario entre un excampeón mundial y otro gran maestro que lo derrotó en alguna partida. Afirma que el otro hizo trampa, se valió de un ordenador. El pleito es de gran complejidad, pero revela la agresividad que fue trasladada al tablero. Sin embargo, los jugadores no suelen tener una personalidad social violenta, incluso suelen ser tímidos o tímidas fuera del juego.
Los infinitos inviernos rusos propiciaron el desarrollo del ajedrez, y sus revistas y libros fueron y son un punto de orgullo nacional. Los directivos del juego son protegidos por el gobierno y tienen además avión privado y un equipo de asesores equivalente a cualquier multinacional. Por el actual conflicto político con occidente trasladaron su razón social al Asia. Y con esto perderíamos, ellos y occidente, el esplendor de unas competencias realmente planetarias por esa exclusión.
Aun si no era fácil, las muy enemigas ciudades griegas se ponían de acuerdo para celebrar olimpiadas conjuntas incluso en plena rivalidad, lo cual es un buen ejemplo de convivencia, más allá de la siempre presente intolerancia.
Aunque no sea el ajedrez juego pacifico si hay actitudes tranquilas. El primer campeón mundial, no oficial, el genial maestro Paul Morphy, cuando sabía que su contrincante tenía perdida la partida, levantaba la vista del tablero y lo miraba con curiosidad.
Pero mucho ojo con los dedos.