En nuestra niñez o adolescencia tuvimos que sistemáticamente reportar nuestras andanzas, intenciones y cedíamos nuestras libertades voluntariamente a esas figuras de autoridad que regían o rigen nuestro hogar. ¿Por qué lo hacíamos? Es simple, ellos proveían, nos cuidaban, controlaban y eran los dueños de las cuatro paredes y el techo que llamábamos hogar. Por donde se mire es una situación razonable, natural y tiene sentido dentro ese contexto familiar.
Ahora, cuando la Alcaldesa pretende ocupar esa figura de ‘mama gallina’, donde debe ser ella la proveedora, cuidadora, controladora y dueña del hogar, entramos al peligroso juego del totalitarismo que le fascinaba a ‘papa Stalin’. Pero claro, versión moderna: podemos pedir permiso para salir por medio de una ‘App’ y reportarle nuestras andanzas a ‘Mama Claudia’ para su tranquilidad.
La tecnología nos facilita ceder nuestras libertades en estos días ¿no? Lo que me resulta curioso es que a muy pocos les preocupe esta situación. Después de filosofar y reflexionar concluí, que podría haber varias causas que justifiquen ese beneplácito de los bogotanos que sienten la ‘necesidad’ de esa figura maternal todo poderosa.
La primera motivación de esta carencia es la política de pánico liderada por la misma alcaldesa con respecto a un virus que no ha causado tantas muertes en nuestro país. Pero si ha devuelto a millones a la pobreza extrema y condenado otros a morir de patologías tratables o prevenibles. ¿Cuál es el problema de quitarles un poco de su libertad? Ese pánico, para muchos, genera la necesidad de una figura que les brinde una noción de seguridad y control, aunque sea digital.
La segunda por la que parecemos amar esa autoridad, es la intrínseca necesidad de quitarle responsabilidad al individuo y transferírsela al estado, costumbre y mentalidad común en nuestro país donde se cree que todos los problemas deben ser solucionados por este. En este caso, se trata a los bogotanos como niños que no tienen la capacidad de cuidarse y comportarse cuando ejercen la autonomía de su voluntad. Esa misma falta de confianza en la ciudadanía es la que ha retrasado a Bogotá por décadas en cultura ciudadana y hoy nos lleva a la peor crisis económica de nuestra historia. Porque si Bogotá no abre, ¿cuál reapertura del país?
La tercera razón por la que vamos bajo el ala de mamá gallina es la tentación de ejercer el totalitarismo en pleno: controlar, gritar y culpar. Como Maduro afirma que el derrumbe de su país no es culpa de él sino de los ‘gringos’, Claudia achaca los problemas de la cuidad al Presidente.
Duque, al dejarse arrastrar por el maternalismo de Claudia, debilita la libertad económica, la autonomía de la voluntad, los presupuestos de la democracia moderna y crea un hueco fiscal insostenible.
La historia tiende a repetirse. La competencia de subsidios nos esta entregando en bandeja de plata a un radicalismo a ultranza disfrazado de progresismo. Algo similar le pasó a Kérenski tan lleno de buenas intenciones.