MARÍA ANDREA NIETO ROMERO | El Nuevo Siglo
Lunes, 15 de Septiembre de 2014

IGNORANCIA

La homosexualidad

El  libro Lo que no tiene nombre, de Piedad Bonett, es el más conmovedor que la autora ha escrito. En él cuenta e indaga las razones por las cuales su hijo decidió quitarse la vida desde una ventana de algún edificio de Nueva York, después de haber librado una batalla con una esquizofrenia que cada cierto tiempo lo conducía a crisis emocionales complejas. Y el título es pertinente en términos de lo que en la vida no tiene nombre y es a la muerte de un hijo. Uno puede quedar huérfano, viudo, pero cuando un hijo se muere, a eso ¿cómo se le llama?
No quiero imaginarme la situación de la mamá de Sergio Urrego, el estudiante de tan solo 16 años, que  decidió arrojarse desde una terraza del centro comercial Titán Plaza y acabar con su vida después de haber sido señalado de acoso sexual contra otro de sus compañeros de clase. El matoneo proveniente de la dirección del colegio es evidente y refleja la ignorancia medieval en la que está inmerso no solo el sistema educativo colombiano sino el atraso emocional de las familias colombianas que en su gran mayoría consideran que la homosexualidad es una enfermedad, una especie de malformación psicológica que hay que esconder e intentar corregir.
Sépanlo de una vez por todas, la homosexualidad es una realidad del ser humano. No es ni siquiera una “condición” porque la sola expresión también discrimina. Es a veces ni siquiera una elección. Es por lo tanto una realidad como la heterosexualidad, o sea un comportamiento normal. Y por normal me refiero a regular y persistente en la historia de la humanidad. Ha existido, existe y existirá. ¿Cuáles son sus raíces? ¿Por qué unos son homosexuales y otros heterosexuales? La genealogía de esta realidad puede explicarse en el destino, en la formación afectiva y emocional en la primera infancia y en ella hay responsabilidad de los padres. Por eso hablo de ignorancia en el sistema educativo y en las familias. Es necesario para vivir en paz aceptar la realidad de los seres que más amamos, es decir, nuestros hijos. Ese acto de amor de aceptarlos en su humanidad hace que más adelante ellos puedan tolerar otras formas de vida y de comportamiento. Desde el Ministerio de Educación hay una oportunidad de oro para enseñar acerca de la homosexualidad. Ojalá sea aprovechada por el bien de tantas familias, para que en el futuro no haya ninguna mamá que tenga que llorar porque le suceda eso que no tiene nombre.