MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Jueves, 5 de Enero de 2012

Nuestra tierra, nuestro tesoro

La producción de comida para alimentar la creciente población mundial será uno de los grandes retos del siglo XXI. Durante los próximos cuarenta años llegaremos a ser más de 9 mil millones de habitantes en el planeta. La competencia por la tierra y el agua disponible para la agricultura serán inmensa. No será raro el desarrollo de conflictos armados para obtener estos dos recursos naturales.
El hombre tendrá que encontrar la manera de duplicar su producción agrícola para la alimentación, la bioenergía y otros productos industriales indispensables.
Al mismo tiempo habrá de hallar tierras para la expansión y el desarrollo de la población global, conservación de los recursos naturales, bosques, selvas y animales, muchos de ellos en peligro de extinción. Habrá que proteger la biodiversidad y, sobre todo, las fuentes de agua dulce indispensables para la vida.
La tierra y el agua serán el mayor tesoro de una nación. Por eso, es preocupante el interés, cada vez más creciente de países como China, Arabia Saudita, Corea del Sur y Qatar por comprar o alquilar grandes extensiones de tierra fértil en Latinoamérica. Estos países, que pronto serán muchos más, se preparan rápidamente para el futuro jugando un juego de ajedrez avanzado por nuestras tierras y, si nos descuidamos, nos ganarán la partida.
Uno de los muchos motivos que me preocupan de este tema es que ninguno de los países interesados en comprar nuestras tierras se ha distinguido por su cuidado con los recursos naturales o el medio ambiente en sus propias naciones.
De hecho China fue, durante las décadas de Mao y aún en la actualidad, uno de los países más abusadores de sus recursos naturales. El resultado es fácil de ver cuando se visita el país: muchos de sus ríos están altamente polucionados, o simplemente han desaparecido y hoy son pedregales, sin una gota de agua. Igual sucede con la tala de bosques indiscriminada o el consumo, para alimentación o medicina, de animales en vía de extinción.
Algo de esta tendencia destructiva se ha reversado en la nueva China. ¿Pero, quién dice que en tierras ajenas, como las 330.000 hectáreas que la compañía más grande de alimentos de China desea alquilar en Argentina en la provincia de Río Negro, este país va a tener más cuidado que el que ha tenido en su propia patria?
Algunos dirán que la inversión extranjera es beneficiosa para el desarrollo de nuestro continente. Es así como en Colombia y Chile se ve con buenos ojos a los inversionistas que vienen a mejorar y desarrollar tierras en lugares tan apartados e inhóspitos como Arauca, en Colombia.
A mí, la venta de grandes extensiones de nuestro territorio a extranjeros no me gusta. ¿Acaso no fue así como los estadounidenses, por dar solo un ejemplo, se fueron haciendo a las tierras de California y Texas para luego adueñarse de ellas? Así miles de ejemplos en la historia.
Nuestras tierras deben ser desarrolladas por nosotros mismos, con asesoría de algunas naciones, si es necesario, con sus créditos y conocimientos, con alianzas especiales, mas no con su venta. Nuestras tierras son nuestro mayor tesoro y como tal deben ser salvaguardadas.